El presidente Andrés Manuel López Obrador cayó en su propio juego. Cada vez es más difícil salir airoso de las mañaneras y la exposición diaria a los medios incrementa la soberbia e incapacidad para reconocer errores de estrategia.
Al Presidente de la República no le queda más que repetir su discurso desgastado, a pesar de Culiacán y de lo ocurrido con la familia LeBarón: “Todo está bien”, “vamos avanzando” y con sus “otros datos” desmiente cualquier crítica.
Por si fuera poco, con o sin estrategia, el propio Presidente puso en las redes sociales el tema de un golpe de Estado, sin ton ni son, sin un propósito claro, y generando temores y molestias en la sociedad y las fuerzas armadas.
El hecho es que los acontecimientos permiten que hoy se hable de México, a menos de un año de gobierno, como un Estado fallido.
No veo factible un golpe de Estado (la institucionalidad de las Fuerzas Armadas lo imposibilitan), y tampoco creo que estemos en una situación en que las instituciones no funcionen, el territorio esté en riesgo, la sociedad en su conjunto esté amenazada y la ley haya sido rebasada. Con todo, la percepción de que algo así está ocurriendo es cada vez más grande.
Lo que sí ocurre es que el gobierno ha mostrado impericia para perseguir sus objetivos y aplicar sus políticas, independientemente de que se esté o no de acuerdo con ellas: (1) tomó casi un año cancelar el nuevo aeropuerto de Texcoco e iniciar las obras en Santa Lucía; (2) la lucha contra el huachicol implicó desabasto de gasolina y no se eliminó el robo de combustible; (3) la centralización de la compra de medicamentos implicó desabasto de importantes medicinas; (4) la creación de la Guardia Nacional generó polémicas, incluso entre los apoyadores del Presidente; (5) la estrategia de seguridad no ha reducido la delincuencia y ha fallado en coyunturas importantes como la de Culiacán; (6) la estrategia original para enfrentar la migración sucumbió ante la amenaza de Estados Unidos de imponer aranceles a productos mexicanos; (7) el objetivo de realizar consultas populares para tomar decisiones de gobierno fue detenida por falta de legalidad y certeza; (8) la revocación de mandato se aprobó con un modelo distinto al del Presidente; (9) la revocación de la Reforma Educativa no eliminó las movilizaciones y presiones de los maestros; (10) en menos de un año, renunciaron dos miembros del gabinete con críticas a la administración: Carlos Urzúa y Germán Martínez; (11) no hay control de manifestaciones que terminan con actos vandálicos de los llamados anarquistas; (12) la economía está estancada.
En cada tema al gobierno le ha faltado pericia al diseñar, instrumentar y aplicar políticas públicas y sociales.
Seguramente habrá muchas acciones exitosas, pero no se ven.
La impericia en lo fundamental opaca lo bueno y acentúa los fracasos. Corregir implica proyecto, humildad, asesoría, apertura, modestia y tolerancia a la crítica. ¿Será capaz de hacerlo?
POR ARTURO SÁNCHEZ GUTIÉRREZ
DECANO ESCUELA DE GOBIERNO, TEC DE MONTERREY
@ARTUROSANCHEZG
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