Qué lejos se siente la promesa del crecimiento de 6%. Hoy la economía está estancada. Si bien nos va, este año no crecerá. Esto se advirtió hace tiempo, pero las cifras revisadas por el Inegi no dejan lugar a dudas, la economía decreció tres trimestres consecutivos y el cuarto no creció nada. La discusión de si estamos o no en recesión es inocua. Recesión o no, todos sabemos que la economía no va bien.
Y las cosas no pintan mejor para 2020. Aunque la SHCP en sus criterios asume un crecimiento de 2% para el próximo año, Banxico lo estima entre 0.8% y 1.8%. Ni siquiera en el mejor de los escenarios se cumplirían los supuestos del gobierno.
Ante esta situación es incomprensible la falta de medidas contracíclicas en el presupuesto para reactivar la economía. Este presupuesto, austero y sin inversión pública, parece elaborado por el thatcherismo neoliberal de los 80. Aunque los grandes proyectos de este gobierno son muy vistosos, como el Tren Maya o la Refinería de Dos Bocas, el presupuesto tiene la inversión pública más baja de los últimos años. Para 2020, la inversión pública será 5.4% menos que en 2019 en términos reales, apenas alcanzando 2.6% del PIB.
Como lo menciona Enrique Provencio, “de concretarse la previsión de los criterios generales de política económica 2020, el nivel promedio de inversión pública como porcentaje del PIB entre 2019 y 2025 sería uno de los más bajos de los últimos 100 años”. No sólo se reduce la inversión pública, sino que la que hay se concentra en Pemex y Sener, que aumentan 18% y 80%. Mientras, los ramos salud, educación y comunicaciones sufren reducciones de 5%, 36% y 27% respectivamente.
Ante esta caída de la inversión pública, el martes nos trataron de vender un gran acuerdo de inversión en infraestructura. Pero este acuerdo no es más que una lista de mandado de proyectos que ya existían. En algunos casos son proyectos de administraciones anteriores, como el tren México-Toluca o la Terminal Especializada de Contenedores II de Lázaro Cárdenas. En otros, son simplemente proyectos del sector privado que ya existían y que el gobierno ahora se cuelga como propios. Éste es el caso de la ampliación de las terminales 2 y 3 del aeropuerto de Cancún, propiedad de Grupo Asur; o la Inversión en telefonía móvil y fija, de Telmex y América Móvil. Esto sin mencionar que en el acuerdo se consideran como proyectos de infraestructura cosas como Rancho que alberga, hoteles, residencias, campos de golf, villas y restaurantes.
Está bien que estos proyectos se lleven a cabo, pero esto no es un gran plan de infraestructura. Simplemente son, o proyectos públicos que ya existían, o el plan de inversiones de empresas privadas que ya estaba en curso. Lo que el país necesita, y uno esperaría de un gobierno de izquierda, es que se relanzara la inversión pública para reactivar la economía. Eso pasa por llevar a cabo una reforma fiscal integral que nos permita dejar de ser el país que menos recauda de la OCDE.
POR JORGE ANDRÉS CASTAÑEDA
COLABORADOR
@JORGEACAST
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