La vida de una persona libre requiere la presencia de otras igualmente libres, es decir, la idea de una vida buena y justa, se funda en el reconocimiento mutuo de igual valor, capacidad y derecho a la palabra, al acto y a la decisión, entre todas las personas que integran una comunidad y entre comunidades.
A finales del siglo XX, se presentó un consenso internacional que logró redefinir el sentido de la acción social contemporánea, con el objetivo de reparar desequilibrios, desigualdades e injusticias y, esencialmente como un punto de partida para impulsar y promover el derecho inherente de las mujeres a una vida digna, libre, igualitaria y justa en pie de equivalencia con los hombres.
El Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres (DIEVM) y sus 16 días de activismo, coloca en la deliberación de los grandes temas democráticos, el problema de los agravios que se ejercen contra las mujeres respecto a su dignidad, libertad y derechos.
El libre desarrollo de la personalidad de las mujeres, su proceso de empoderamiento y su papel como realidades actuantes en las decisiones que dan rumbo al destino colectivo, convencionalmente parte con la lucha sufragista y se afirma con la creación de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (ONU, 1946), primer órgano intergubernamental en trabajar por la igualdad de género, antecedente directo de ONU Mujeres, creada en 2010 y, se consolida con la definición de su modelo de activismo incluyente e intergeneracional, expresado en campañas como HeForShe y #EscúchameTambién.
La fuerza transformadora del DIEVM deriva de su enfoque integral para generar conciencia en las personas acerca de la vulnerabilidad de las mujeres con motivo de los históricos y sistemáticos desequilibrios de poder, con el objeto de intervenir en un cambio duradero por la igualdad en su comunidad y en cada país del mundo.
Su propósito principal es desafiar las prácticas que perjudican la humanidad de las mujeres, al facilitar la identificación y visibilización de la violencia de que son objeto en cada uno de los ámbitos de su actividad, exponer la normalización cultural o jurídica de la discriminación, así como denunciar a quien ejerce la violencia en los diversos tipos y modalidades que adopta.
Esto con el apoyo de las instituciones, la sociedad civil organizada, la academia, la iniciativa privada, las instituciones educativas y los medios de comunicación del país.
Es indudable que las pequeñas acciones, generan grandes cambios.
Luego de este 25 de noviembre, invito a cada persona a continuar con el activismo naranja en nuestras familias, en la escuela, en el trabajo, en nuestra comunidad. Hagamos que la voz de las mujeres sea escuchada con respeto, igualdad y libertad.
POR ALEJANDRA CHÁVEZ CAMARENA
MAGISTRADA ELECTORAL Y PRESIDENTA DEL COMITÉ DE GÉNERO Y DERECHOS HUMANOS DEL TECDMX
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