Últimamente y cada vez más, mis conversaciones con personas que transforman acaban, antes o después, llegando a un mismo punto y seguido. Un punto que tiene más de interrogación que de ninguna otra cosa, que habla de puertas y ventanas que se abren a un mundo infinito de posibilidades, que puede dar miedo, pero que si se mira desde el ángulo correcto regala esperanza. Un punto, que en realidad es una frase que se repite una y otra vez. No sabemos lo que no sabemos.
Por ejemplo, si tuviéramos que adivinar el número de especies de abeja registradas, apostaría sin miedo a perder, a que somos muy pocas las personas que hubiéramos acertado la cifra de más de 20,000 especies. Porque cuando pensamos en el mundo de las abejas, solemos pensar en la Apis Mellifera, una pequeña voladora que se ha vuelto, gracias a su facilidad de adaptación y su capacidad productiva de miel y cera, imagen de una familia muy grande y muy diversa.
Si acercamos el mundo de esta familia de insectos a México, más concretamente a Yucatán, y hacemos zoom en las abejas sin aguijón o meliponas, podemos encontrar 17 de las 46 especies registradas en el país. Concretamente, la Melipona Beecheii (“abeja real”, “Xunan Kaab”), es la más apreciada por la capacidad de su miel de fortalecer el sistema inmunológico, cicatrizar heridas, frenar el crecimiento de glaucoma, aliviar infecciones en los ojos, o mejorar quemaduras y enfermedades de vías respiratorias si bien, sólo produce 1.5 litros de miel al año.
Y aunque la demanda de miel de Melipona Beecheii ha incrementado en los últimos años, el precio de comercialización se ha visto amenazado por el coyotaje, provocando prácticas de producción agresivas que están trayendo consecuencias irreversibles para el ecosistema de la península. Consecuencias como la deforestación, el desequilibrio ambiental por uso de agroquímicos y pesticidas, o la pérdida de genética por la relocalización de especies en territorios de los que no son nativas.
Con esto en mente, resulta evidente que estamos ante un reto local con réplicas globales que necesita soluciones ahora. ¿Pero cómo podemos proteger algo que desconocemos? La respuesta a esta pregunta llevó a Andrea Figueroa a encontrar en Yucatán una tierra que le ha permitido estar y ser completa ella misma, con causa y poder de transformación. Y es que Andrea dedica las horas de sus días a repensar, junto con su socio Rodrigo, un meliponicultor de la región, cómo transformar información en acciones para la preservación de las abejas nativas de la península. Un trabajo que hacen a través de Miel Nativa, la empresa social que crearon para generar cadenas de valor justas y responsables en el manejo de los recursos naturales para el sector productivo de la miel. Un objetivo que se traduce en experiencias de aprendizaje para el consumidor final, como sus catas de miel, pero también en trabajo mano a mano con los productores para producir de una manera más sustentable mientras, al mismo tiempo, se diversifica la oferta de productos que puede generar ingresos en las comunidades y se contribuye a la conservación de las especies.
Andrea basa su trabajo en tres pilares que sirven como guía de sus acciones transformadoras. Esos pilares, que a su vez sirven como motores de cambio, son aprender, contribuir y honrar, y juntos sostienen el objetivo de entender la miel no sólo como un insumo comestible sino como un detonador de desarrollo económico y sociocultural. Y esto, entender un producto más allá de las posibilidades que estamos acostumbrados a ver, es la puerta que Andrea abrió de par en par cuando dejó que algo que no sabía se convirtiera en algo de lo que enamorarse, de lo que sorprenderse, de lo que generar soluciones y crecer sabiduría
Una puerta que nos cruzamos cada día, pero que a veces es difícil de ver, porque la magia no siempre es evidente. Y ahí está el truco. ¿Qué es eso que no sabes que no sabes?
Sara Lee Wolfe
Líder Global de Comunidades de Ashoka Global Shaper y Active Citizen
@Saaraaleee
ovh
Martes 10 de Diciembre de 2024