Para los detractores del gobierno de la 4T que creían que no tenía un plan de acción para combatir a la delincuencia organizada que está causando estragos en todo el país, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, dio a conocer ayer algunos puntos de su estrategia, la cual, aclaró, “deja de lado la fantasía de que es posible superar la inseguridad y la violencia mediante la represión policial, militar, práctica básica de anteriores gobiernos”.
Algunos trazos estratégicos de la política de seguridad son los siguientes: Terminar con la corrupción, ese mal endémico de la vida pública de nuestro país, con énfasis en corporaciones policiales y militares, ministerios públicos, juzgados y otras instancias de seguridad pública y de procuración e impartición de justicia. Vamos avanzando, dijo. El próximo año vendrán las mediciones sobre los avances en el combate a ese flagelo y la expectativa es muy favorable.
Garantizar empleo, educación, salud y bienestar. La estrategia para combatir la inseguridad va dirigida a atender la raíz de la aguda crisis que enfrenta el país en esta materia, particularmente en los jóvenes. Avanzan ya, correlacionando muy sólidamente las políticas de orden social con las de seguridad, para generar gradualmente un nuevo entorno público; la generación de empleo, el cumplimiento del derecho a la educación para todos los jóvenes que deseen ingresar a los ciclos superiores, la inversión en salud y los programas de desarrollo económico, en distintas partes del país, atacan ya las causas profundas del auge delictivo y reducirán significativamente la base social que haya podido cooptar la criminalidad.
No continuar con la idea conservadora de la guerra contra el narco, porque no sólo alentó la espiral de violencia desde el poder público, sino que las propias instituciones de seguridad se convirtieron en protagonistas de esa violencia. En el gobierno de la 4T están convencidos de que la violencia siempre pierde, así gane la primera batalla, y también de que un tropiezo táctico (como el de Culiacán) no invalida la estrategia de seguridad en su totalidad.
El secretario de Seguridad y Protección Ciudadana aclaró que ninguna organización delictiva, por más pertrechada que esté, es más poderosa que el Estado mexicano en términos bélicos. En Culiacán habría sido fácil recurrir a un combate de exterminio sin cuartel, no respetar las garantías individuales y al final de cuentas habríamos ganado, pero ¿a qué costo?, cuestionó.
Se quejó de que nunca como ahora, en todo lo que va de su corta existencia, el gobierno de la 4T había sido objeto de tan dura crítica como en el tema de Culiacán. Bueno, es que nunca en la lucha, guerra, combate —o como quiera llamársele— contra el crimen organizado habían humillado al gobierno federal de esa manera, acotan los observadores. Tampoco se les había hecho bolas el engrudo para explicar qué fue lo que realmente pasó, y nadie se había tardado casi dos semanas para tratar de explicar lo inexplicable y aclarar lo inaclarable.
POR LUIS SOTO
LUISAGENDA@HOTMAIL.COM
@LUISSOTOAGENDA
abr