Reporteros de Presidencia (I)

Compartían el avión presidencial y gozaban de apoyos, pero muchos fungían como meros maquiladores de discursos

Desde hace años —25 al menos—, de manera intermitente y particularmente cada que surgía un nuevo diario, en las redacciones se ponía sobre la mesa el tema de la cobertura presidencial.

La primera pregunta era: ¿había que designar a un reportero “de presa” —de aquellos que husmean por todos lados— en Los Pinos o a un reportero más formal que inquieto?

En los tiempos del priismo por lo general los medios optaban por no “hacer olas” en la Presidencia de la República. Si ocurría lo contrario, no tardaba en llegar una amable petición a los directivos para cambiar al reportero de la “fuente”.

De hecho, “cubrir” la Presidencia de la República en aquella época podía resultar muy aburrido para un periodista. Su labor prácticamente se reducía a “maquilar” el discurso presidencial. Pero esos reporteros eran figuras muy importantes para sus propios medios —contaban con toda la confianza de sus jefes—, pues fungían como sus representantes ante el Presidente.

Estaban cerca del Poder.

Los propios medios, en su mayoría, hacían las veces de meras correas de transmisión de la información presidencial. Los entrecomillados se sucedían párrafo tras párrafo y nada de contextualizar o describir cosas que hicieran ver mal al jefe del Ejecutivo (las crónicas —tan gustadas y buscadas en los tiempos de campaña por los propios mandatarios— dejaban de existir).

El caso es que se leyeran o no sus notas, los reporteros de Presidencia gozaban de un aura especial. Platicar con ellos era adentrarse en los secretos del poder.

Y sí, contaban con amplios apoyos para desempeñar su labor. Se les daban “viáticos”, viajaban gratis en el avión presidencial, algunos eran seleccionados para subir a los helicópteros en traslados cortos por aire, todos contaban con el apoyo logístico de camionetas por tierra, se les instalaba una sala de prensa en el lugar donde se pernoctara si era el caso, y contaban con habitación y gastos pagados de alimentación y bebidas.

Todo ello organizado prácticamente a la perfección —rara vez había un desperfecto o errores de traslado— por el Estado Mayor Presidencial.

A partir del sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), algunas de estas cosas cambiaron.

Se retiró el apoyo en efectivo a los reporteros (el llamado “chayo”) y los viajes al extranjero corrieron ya por cuenta de los medios. El costo de viajar con Presidencia incluía el equivalente del traslado en el avión presidencial, la habitación, las comidas.

Pero aún entonces y hasta que concluyó el sexenio de Ernesto Zedillo en el 2000, buena parte de los medios de comunicación seguirían utilizando a sus reporteros de Presidencia como meras correas de transmisión y no como interlocutores del poder.

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POR MARTHA ANAYA 

MARTHAMERCEDESA@GMAIL.COM 

@MARTHAANAYA

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