Ya se acerca amenazante a México el falso discurso de la precarización, esa idea de que el sistema económico oprime a la mayoría de los trabajadores, explotándolos: salarios escasos, prestaciones mínimas, reparto nulo de utilidades. Quienes lo alimentan pregonan que el sistema es injusto: sólo beneficia a unos cuantos, a los dueños de las empresas e inversionistas, mientras que los trabajadores se parten el lomo en un call center o en una fábrica, ensamblando.
El debate de la precarización es el combustible que le está dando vida al movimiento social chileno contra Sebastián Piñera; es el mismo que enarbola la congresista estadunidense Alexandria Ocasio-Cortez, que ataca a empresas como Amazon o Facebook.
Es la idea que ya sedujo a la ambientalista Greta Thunberg, que ha expresado su solidaridad con manifestaciones masivas al respecto.
Este tema es la versión moderna de la frase revolucionaria mexicana “la tierra es de quien la trabaja”. Pero esta lucha contra la precarización —que supuestamente se impone desde la cúpula del sistema económico— no es otra cosa sino la versión Siglo XXI de ideas comunistas obtusas. En Chile por ejemplo, ocurrió un desempeño económico sobresaliente en las últimas décadas: el PIB per cápita se elevó hasta los Dlls. $25 mil —el más alto de América Latina ajustado por PPP—; la comida se hizo disponible en todo tipo de tiendas de autoservicio para una inmensa mayoría de la población; y los servicios básicos de transporte o telecomunicaciones se masificaron. Muchas empresas chilenas florecieron en varios sectores: desde el vinícola hasta el turístico, generando millones de empleos, profesionalizando a sus trabajadores.
Pero a los comunistas modernos del planeta ya no les basta el iPhone desde el que predican, y les han aburrido los contenidos de su suscripción a Netflix. Quieren más. A su causa suman todo lo que suene justo: la igualdad idealizada, la lucha contra el calentamiento global, el derrocamiento de la industria del plástico.
Ante esta realidad que se avecina resulta positivo que sea un gobierno de izquierda el que gobierne México. Ese hecho vacuna para nuestro país una parte del debate que empieza a contagiarse en todo el mundo.
Pero no lo inmuniza totalmente. Hay dos ámbitos que debemos vigilar: (1) la posibilidad de que las grandes empresas en México sean atacadas (sólo se requiere la materia prima de los trabajadores de los call centers, de los adultos mayores que empacan en el autoservicio o de los motociclistas de Uber Eats); y (2) el riesgo latente de que los congresistas de Morena lancen iniciativas legales que atenten contra la libre empresa (ya lo anhela Napoleón Gómez Urrutia contra las empresas de outsourcing).
LEXUS
En aproximadamente dos años la marca de lujo japonesa estará vendiendo autos en México.
POR CARLOS MOTA
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