Un coctel llamado Morena

Además de resolver el dilema de gobernar con eficacia, el Presidente tiene enfrente un problemón en Morena

El desembarque de un nuevo gobierno siempre es escenario de conductas, tentaciones y debilidades humanas más conectadas al poder y el deseo de poseerlo. Si hablamos de México, podemos dar por descontado que esas actitudes invariablemente provocan consecuencias y secuelas conectadas a la lucha por detentarlo.

Este fenómeno que podríamos comparar con un terremoto político no se había presentado en México o por lo menos nada parecido a lo que está sucediendo en Morena, el partido del presidente López Obrador.

En medio de la disputa de espacios políticos y la toma de territorios en la administración pública, Morena se convulsiona como un cuerpo cuyas entrañas son presa de una gran batalla de distintos grupos por invadirlo.

En los gobiernos recientes, diferentes grupos políticos se han enfrentado, normalmente bajo el agua, y extrañamente de manera pública, mientras el presidente mandaba y el PRI, junto al gobierno, se encargaba de imponer una disciplina en la que cualquiera que se saliera de la voz del coro podía ser castigado, congelado o exiliado del paraíso.

El terremoto político no se presentó con la fuerza de ahora en el gobierno de Salinas. La tecnocracia joven y el neoliberalismo esperanzador lograron transitar del gobierno de Miguel de la Madrid sin mayores alteraciones. Eran familia.

El gobierno de Zedillo, pese al enfrentamiento con Salinas, abrazó a un número importante de salinistas (Carlos Rojas, José Ángel Gurría, Arturo Warman, Santiago Oñate, Emilio Chuayffet y Luis Téllez), lo que evitó que el barco se hundiera en la devaluación del 94, en un país cuyos principales grupos e intereses se enfrentaban bajo la mesa. Basta recordar el rumor de golpe de estado en el primer año del mandato zedillista.

El terremoto en Morena es distinto. No es un partido, no es vertical, es un movimiento, una expresión que sintetiza la fuerza descomunal, plural y vario pinta que eligió a AMLO.

Morena es la obra de un solo hombre. Convertida en el partido en el poder, las pugnas entre los grupos que disputan su dirigencia exponen las grietas tempranas que pueden amenazar la trascendencia de un partido al que el Presidente ha amenazado con renunciar si se echa a perder.

Sin saber lo que presagiaría un acto arriesgado, en la campaña AMLO decidió que la tómbola fuera el método para elegir a los candidatos de Morena, en un lance que pretendía democratizar el ascenso al poder.

Pero la tómbola trajo cosas inesperadas y varios de quienes llegaron a ganar una candidatura en Morena, por medio del azar o de un designio político, están ligados a intereses políticos regionales y a distintas expresiones del crimen organizado, en distintos casos documentados.

Si añadimos la natural formación de grupos que disputan el poder dentro del gobierno con golpes bajos, traiciones y fuego amigo, lo que tenemos es un coctel explosivo en el que se disputa la dirigencia de Morena.

Además de resolver el dilema de gobernar con eficacia, el Presidente tiene enfrente un problemón en Morena, su partido.

POR WILBERT TORRE

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@WILBERTTORRE

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