Basta una revisión de los diarios, una vista rápida a los programas de noticias en la TV o una navegación exprés en las redes sociales para darse cuenta que el mundo vive una actualidad convulsa.
Turquía lanza un ataque militar en contra de las fuerzas kurdas en el noreste de Siria; asimismo, se mantiene la tensión de la guerra comercial entre China y Estados Unidos; en España van por sus cuartas elecciones generales en cuatro años, por no llegar a los acuerdos necesarios para formar gobierno; Ecuador vive una ola de disturbios debido a las malas decisiones de Lenín Moreno; Argentina volvió a entrar en crisis económica; México sigue sumergido en la violencia; todo el orbe sufre las inclemencias del clima ocasionadas por la depredación medioambiental.
Ante estos ejemplos, inevitablemente debe surgir la pregunta ¿para qué sirve la política? Para dar respuesta nos tenemos que remontar a los conceptos clásicos y entender que la política sirve para distintas causas en momentos específicos, pero siempre conservando el legítimo monopolio de la fuerza, así como un piso mínimo del fin que persigue: el orden público de las relaciones internas y la defensa de la integridad nacional ante otros estados.
Es decir, en tiempos de guerra, para formar las alianzas necesarias para preservar la soberanía y territorio nacional e incluso incrementarlo; en momentos de luchas internas, para implementar la unidad, introducir la concordia y mantener el orden y; en épocas de paz internas y externas, para la búsqueda constante del bienestar.
Sin embargo, cuando estos conceptos se trasladan a la actualidad y se personifican, la puesta en marcha de los conceptos suele fallar. Lo anterior es en parte por el contexto de estos, ya que si bien la política tiene su raíz etimológica en la polis, lo referente a la ciudad y su relación entre esta y entre ciudadanos, en la modernidad, con el surgimiento de los estados-nación, la situación teórica y la práctica, se complejiza.
En este sentido, y para la situación política internas, se debe tener en cuenta que, si bien el quehacer público se subordina a las decisiones políticas, el servicio público tiene mucha responsabilidad en la percepción ciudadana de lo político.
Un ejemplo recurrente son los servicios públicos municipales, cuando la federación o el estado destinan cierto presupuesto para llevar a cabo este servicio y el área correspondiente del municipio no los realiza o lo hace de manera deficiente, la percepción de la ciudadanía es que el presidente, su partido o la política, no está funcionando.
Éstas son algunas razones por las que observamos apatía o, incluso, hartazgo de la sociedad hacia la política, por lo tanto es responsabilidad de la clase política ser consciente de que cada decisión conlleva una repercusión, por lo que estas deben ser en el rumbo correcto y su implementación debe ser efectiva, para lo que se debe contar con un servicio público capacitado, responsable y con vocación de atender las demandas de la ciudadanía y, de este modo, reivindicar la política.
POR ADRIANA SARUR
ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM
@ASARUR
eadp