Cuando los países grandes fallan

En este mundo tan incierto, la esperanza está en países más pequeños que no luchan por el poder

Todas las previsiones para el 2019 coinciden en que nos espera otro año difícil en política internacional. No es nada nuevo en este mundo que se ha vuelto muy imprevisible y más belicoso. Entre los elementos de un panorama internacional complicado destacan la guerra comercial entre Estados Unidos y China, la continuación de la política de confrontación de Rusia y el Brexit. Asimismo, las elecciones al Parlamento Europeo en mayo reflejarán seguramente el fortalecimiento de los populismos y los radicalismos en Europa. A lo anterior habría que sumar los posibles cambios internos en unos 60 países dónde se celebrarán diferentes tipos de votaciones: presidenciales, parlamentarias o locales. Las de Canadá, Argentina, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Panamá y Uruguay son especialmente importantes, ya que sus resultados pueden modificar el peso de la izquierda y la derecha en el hemisferio occidental. Asimismo, no deberíamos olvidarnos de las elecciones en India, Indonesia, Israel, Polonia, Ucrania y Sudáfrica, dónde el cambio del partido gobernante podría tener amplias implicaciones tanto internas como regionales. Quedan por mencionar los conflictos en Siria y Yemen, que continuarán en el 2019, con la esperanza de que pueda ser el último año del sufrimiento para la población civil de ambos países. Además, el presidente Donald Trump intentará seguramente arreglar los temas nucleares mediante su política un tanto riesgosa hacia Corea del Norte y hacia Irán. No cabe duda de que a 30 años de la caída del bloque comunista –recordaremos este importante acontecimiento dentro de pocos meses–, todos esperaríamos de la política internacional algo más que conflictos y tensiones similares a las rivalidades de los viejos tiempos de la Guerra Fría. Desafortunadamente los países grandes no han demostrado capacidad para conducir los asuntos internacionales de forma más sabia; y los ciudadanos se han dejado llevar por los populistas y por el pensamiento cortoplacista, sumándose a todo ello una gran incertidumbre por la transformación digital. En este mundo tan incierto, la esperanza está en algunos países más pequeños que no luchan por el poder, sino por el bienestar de sus ciudadanos. Sus políticas pasan frecuentemente desapercibidas. Es admirable, por ejemplo, la digitalización de Estonia. Se trata del primer país que además de “digitalizar” a sus ciudadanos, estableció en 2014 la residencia digital para extranjeros y en 2019 pasará a la implementación de la segunda fase del e-Residency 2.0. Destaca Finlandia, que empieza a convertirse en el laboratorio europeo de la Inteligencia Artificial con el reciente programa de entrenar a 1% de su población en aptitudes relacionadas con su uso. Finalmente, Suecia avanza hacia una economía sin utilización de dinero en efectivo. Siendo así, ojalá en 2019 los pequeños sean la inspiración para todos, más allá de la política internacional.  

Profesora de Relaciones Internacionales Tec de Monterrey

@beatawojna