Ni siquiera detrás del espejo encontraremos certeza sobre las verdades, medias verdades y mentiras completas de los sucesos políticos sangrientos de los últimos cinco lustros.
Imposible afirmar que Mario Aburto mató a Luis Donaldo Colosio. La aseveración deja sin resolver el misterio del crimen político: ¿por qué debía morir?
De Tlaxcalantongo a Lomas Taurinas el itinerario de los gobiernos constitucionales al poder y sus caminos de acceso ininterrumpidos con sangre; a quien intenta incumplir los acuerdos, pactos o compromisos lo reconducen al redil, o lo borran de la historia… allí están los nombres de Francisco Serrano, Felipe Ángeles, el José Vasconcelos todavía no trastornado por el suicidio de Antonieta Rivas Mercado… y, por qué no, Luis Donaldo Colosio.
El sonorense fue víctima de una conjura inicial pactada entre el FMI y Antonio Ortiz Mena, con la coparticipación de Raúl Salinas Lozano.
El acuerdo fue encarrilar a México por la senda del neoliberalismo; se eligió como artífice a Carlos Salinas de Gortari. Lo ofició desde 1982, pues en realidad fue Presidente de la República 12 años, y tuvo por encima de él al comisario José María Córdoba Montoya, al mejor estilo del comunismo soviético.
El acuerdo también estableció que el sucesor de Carlos Salinas de Gortari debía ser Ernesto Zedillo Ponce de León, pues con ello Antonio Ortiz Mena deseó desagraviar la ausencia en la vida de un hijo al que impulsó profesionalmente y vio crecer, pero también al que nunca vio de frente en una interlocución de pares.
Lo anterior me fue narrado por mi Demonio de Sócrates pericial, pero no es todo, amplió su versión de los hechos y me confió que para matar a Colosio crecieron dos conjuras paralelas: una guiada por un grupo de exgobernadores y empresarios, la otra por el propio Córdoba Montoya, quien como buen comisario del FMI vigiló, hasta en su más mínimo detalle, el cumplimiento del acuerdo original. Era el momento de Zedillo, el instante de consolidar un modelo económico cuyos resultados están a la vista.
Pero, si no fue Mario Aburto el que disparó, ¿quién sí lo hizo? Aquí la transcripción puntual de lo escuchado es necesaria: “Para ese momento, Castillo va adelante abriendo paso y Reynaldo del Pozo y Cantú se han adelantado varios metros al mazacote o cobija. Atrás, a la defensiva, con sentimientos encontrados de lealtad y deber, va Domiro, dejándose rebasar por Tranquilino y hasta por Ruth y Yolanda Lázaro, lideresas priistas de Lomas Taurinas. Al extremo derecho, de frente, Sánchez Ortega y Enrique Manuel El Negro Martínez Leyva, compitiendo por acercarse entre las manos y cuerpo de Tranquilino y el viejo Mayoral. Es finalmente El Negro, quien saca la pistola por encima de todos y dispara a la cabeza de Colosio, al mismo tiempo que Sánchez Ortega se agacha entre los tres y al ir cayendo Colosio, le dispara en el vientre”.
¿Será que así ocurrió? Vaya usted a saber, lector. ¿El Negro o Mario Aburto?
Por GREGORIO ORTEGA MOLINA
@ORTEGAGREGORIO