Líbano encabeza la lista mundial de países con la proporción más alta de refugiados respecto a la población total (le sigue Jordania). En todos los sectores de la sociedad libanesa, el término “refugiados” es sinónimo de polémica que reaviva fantasmas del pasado y divide al liderazgo político. Según datos de su gobierno, Líbano actualmente acoge, entre los 6 millones de población propia, a un millón y medio de sirios que huyen de la guerra. Y según una nueva encuesta realizada por ACNUR y UNICEF, más de la mitad de esos refugiados vive en la pobreza extrema y más de tres cuartos por debajo del umbral de la pobreza. En estos días, la vida de 70 000 de ellos está en riesgo por temperaturas bajo los 10°C y su precaria situación. Las ayudas menguan: la ONU sólo obtuvo 50% de lo que solicitó en 2018 para asistir a otros 5.6 millones de refugiados sirios repartidos entre los países vecinos (Jordania, Líbano, Turquía, Irak y Egipto).
Por razones históricas y legales, Líbano se ha negado a otorgar el estatus de refugiado a las personas que huyen de la lucha fratricida y la represión del régimen de Damasco. Está, primero, el fantasma de los refugiados palestinos de 1948 y 1967, que en la imaginación de muchos libaneses siguen siendo los “culpables” del estallido de la guerra civil en 1975. Líbano nunca ha ratificado la Convención de Ginebra de 1951 y consagró en su Constitución el rechazo del asentamiento de los refugiados palestinos, en nombre del respeto de la aplicación de la resolución 194 de la ONU sobre el derecho de retorno. La ansiedad se ha agravado por la afluencia masiva, desde fines de diciembre de 2012, de palestinos refugiados en Siria desde 1948 y 1967, muchos de los cuales tienen familias en campamentos de refugiados en Líbano. Otro espectro de la memoria colectiva libanesa es la hegemonía siria sobre Líbano (1976-2005) y los abusos contra civiles libaneses que cometieron los militares y los servicios de inteligencia del régimen de Damasco. Por no hablar de la fuerte presencia de trabajadores sirios (entre 250000 y 500000), principalmente el sector de la construcción. Con frecuencia, han sido víctimas de prejuicios xenófobos, violencia simbólica o real y trato discriminatorio, especialmente desde el asesinato del Primer Ministro Rafic Hariri en febrero de 2005, que algunos libaneses atribuyeron directamente a Siria.
Desde 2011 el gobierno libanés adoptó el principio de “disociación” como una línea oficial, que consiste principalmente en abstenerse de votar los textos de organismos regionales e internacionales que condenan la represión ejercida por el régimen de Damasco contra los civiles. También ha empeñado mayor vigilancia de las fronteras terrestres. La creciente afluencia de refugiados empujó a Beirut a subcontratar a instituciones internacionales, luego a adoptar un plan mínimo de coordinación de las diferentes operaciones humanitarias en territorio nacional. Como sea, la llegada masiva de refugiados ocurrió en el marco de la asfixia económica y el empeoramiento de los servicios públicos en Líbano, tras décadas de un modo de operación clientelista y neoliberal del Estado. Desde el fin de semana, cientos de manifestantes salen las calles en todo el país condenando la corrupción y el deterioro de las condiciones de vida. Por si fuera poco, Líbano ha estado sin gobierno durante más de siete meses debido a que los partidos políticos no logran ponerse de acuerdo sobre su representación en el próximo gabinete.
Mientras una parte importante de los libaneses percibe que el interés nacional se sacrifica continuamente en favor de cuestiones geopolíticas regionales, los refugiados sirios, niños, jóvenes, ancianos, aspiran a sobrevivir el invierno.
*Investigadora de El Colmex