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Jacobo y María

Son artesanos oaxaqueños, cuyos alebrijes superan sus sueños y cuestan cientos de miles de pesos

OPINIÓN

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Mientras miles de capitalinos sortean obstáculos para hacerle frente al desabasto de gasolina, en San Martín Tilcajete, ubicado en valles centrales de Oaxaca, Jacobo y María todos los días buscan sortear el laberinto de la imaginación para darle figura y color a trozos de madera que recogen del campo. Son artesanos, cuyas piezas se cotizan hasta en cientos de miles de pesos y han sido exportadas a EU, Alemania, Japón, Chile, Colombia y países que ni ellos se imaginan. Nada de esto es producto de la casualidad. Es consecuencia del empeño, del amor por la naturaleza, la necesidad de hacer algo por su comunidad y dignificar el oficio de artesano. Jacobo y María llevan 24 años de casados y de trabajar juntos. Él tiene 45 años y ella 39, pero cada quien por su lado empezó a labrar la madera desde los 12 años, mientras cultivaban maíz y frijol para subsistir. Hoy siembran y cosechan árboles de copal, de donde obtienen la madera para elaborar figuras zapotecas llamadas “tonas” y “nahuales”, mejor conocidas como alebrijes. Su casa-taller se encuentra a 40 minutos de la capital. Para llegar basta con usar cualquier navegador, y cuando uno cruza un tramo de terracería nunca se imagina lo que le espera. Mujeres y hombres, jóvenes y sonrientes, junto con dos xoloescuintles, reciben a los visitantes. Ellos, junto con talladores, pintores y aprendices, forman parte de la “empresa”, cuya herramienta principal es la imaginación y una cultura organizacional digna de cualquier corporativo de Santa Fe, con modelos de precisión y de mejora continua. Platiqué con el maestro Jacobo y le pregunté sobre el número de piezas que han elaborado en este lugar. Así me respondió: “No lo sé, las figuras son como los tabiques con los que construí esta casa. He puesto uno sobre otro para levantarla y no tengo ni idea. “Damos empleo, tenemos programas de reforestación para recuperar la madera y formamos a los futuros artistas de la comunidad, porque queremos más Jacobos y Marías, que sólo compitan por la calidad de su trabajo y no por ver quién vende más.” Ésa es su filosofía, y la fama del lugar ya traspasó la frontera. Varios de sus integrantes sirvieron como fuente de inspiración para la película animada Coco. Jacobo y María dieron vida a los papás de Miguel, el niño protagonista de la cinta; doña Estela, cocinera que da de comer a los 160 empleados del taller, a la abuela; mientras que Copalito, una de las mascotas del taller, fue inspiración para crear a Dante, el compañero de Miguel. No cabe duda que esta historia es tan alentadora como los 355 días que le quedan a este 2019, para construir y hacer de este país una figura diferente, imaginativa y creativa como las que han salido del taller de esta pareja que ha dignificado a uno de los estados más hermosos de México.  

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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “Sólo en las regiones de la fantasía es dado crear; crear es la misión del genio”.    

alfredo.gonzalez@heraldodemexico.com.mx

@alfredolez