La propuesta del nuevo gobierno de utilizar la amnistía como una herramienta para la pacificación del país ha suscitado desconfianza y crítica de columnistas, políticos y académicos.
Entre la población, sin embargo, no parece existir el mismo rechazo. En una encuesta nacional de diciembre de 2017, ante la pregunta “¿Usted cree que si el gobierno perdonara a los líderes de los cárteles del narcotráfico la violencia en el país disminuiría o aumentaría?” 58% dijo que disminuiría o seguiría igual, 12% no supo qué contestar, y sólo 30% manifestó que la violencia en México aumentaría (Parametría).
Pero ¿qué exactamente es la amnistía? A grandes rasgos, la amnistía es una ley que, por alguna razón, perdona a muchas personas de tener que ir a un juicio criminal.
En otras palabras, se les perdona antes de que un juez determine si son culpables o no de algún hecho delictivo por el que son sujetos a proceso.
Para los especialistas, la amnistía tiene dos caras: puede ser un mecanismo de la justicia transicional generador de paz, así como una ruta hacia la impunidad de grandes delincuentes.
Esto porque, si bien una paz duradera se construye llevando a juicio a los criminales, en el corto plazo puede ser muy difícil lograrlo.
Puede haber violencia, presiones políticas, chantaje, amenazas de los perpetradores, y hasta confrontación entre las víctimas que piden justicia y las que sólo quieren paz.
Por ello, la comunidad internacional ha tratado de llegar a ciertos consensos y establecer cuándo sí y cuándo no se puede utilizar.
En términos generales, las amnistías son válidas siempre y cuando se excluya a quienes cometieron crímenes de guerra, genocidio o crímenes de lesa humanidad, y siempre que no se concedan:
1. Antes de haber identificado a los grandes perpetradores y determinado su grado de responsabilidad.
2. Sin que se haya aclarado cómo se llevaron a cabo los crímenes.
3. Sin que se haya investigado la ubicación de los desaparecidos.
4. Sin que se haya reparado a las víctimas.
En ese sentido, se pueden conceder amnistía a las personas que hayan tomado parte en hechos violatorios de derechos humanos y utilizarlas como un mecanismo de pacificación:
a) Siempre que se lleve a juicio a quienes dieron las órdenes, a sus encubridores y a sus financiadores.
b) Sólo se otorgue a favor de victimarios, obligados a cumplir órdenes debido al riesgo que corrían, y de manera tal que se escuche la verdad histórica como parte de las medidas de satisfacción y garantías de no repetición.
Esto es, que los victimarios soliciten perdón y que las víctimas decidan otorgarlo o no a cambio, por ejemplo, de brindar datos para la localización de personas desaparecidas.
En estos términos, las amnistías son una gran herramientas de pacificación.
De lo contrario, se convierten en mecanismos de impunidad que sólo dejan frustración y dolor.