Enrique Rodríguez: Los porros en la UNAM

Son mercenarios que sirven a grupos de poder, dentro y fuera de la Universidad

Libertad bajo palabra   Un cáncer con el que ha lidiado históricamente la Universidad Nacional Autónoma de México es el porrismo, que se asociaba en los años 50 del siglo pasado con los grupos de respaldo al equipo de futbol americano. Lamentablemente los porros llegaron para quedarse, se convirtieron en golpeadores a sueldo, controlables para quienes les pagan y protegen. Los porros son mercenarios que sirven a grupos de poder, dentro y fuera de la UNAM. Son a veces alumnos con número de cuenta, generalmente fósiles y también sujetos ajenos a la Universidad que se hacen pasar como estudiantes, ahora también relacionados con narcomenudistas del cártel de Tláhuac. La inestabilidad en la máxima casa de estudios puede provocar una crisis de proporciones nacionales. Encender la mecha es sencillo, controlar una escalada de violencia que se puede expandir con rapidez entre los estudiantes que por naturaleza son apasionados para defender sus escuelas y facultades es más delicado. Siempre he considerado que responder a una agresión parando las clases, es un despropósito, caldo de cultivo para quienes pretenden generar el caos. Soy un convencido de que los universitarios deben expresarse con libertad y pluralidad para defender ideas, denunciando lo que ven, pero sin afectar la esencia y principal fortaleza de la UNAM que es su vida académica. Se sabe que el cuerpo directivo del rector Enrique Graue y el propio Consejo Universitario han prendido las alertas. Ahora la prioridad es brindar seguridad a la comunidad académica y estudiantil, preservando la autonomía que no debe ser pretexto de inmunidad. La artera agresión a estudiantes de diversos planteles registrada el lunes en Rectoría, a unos metros de la estela que rinde homenaje al histórico Javier Barros Sierra, fue una acción claramente premeditada. Sería un error muy costoso ver este acto de violencia como un hecho aislado o como algunos han sugerido, auspiciado desde la oficina del rector, cuyo reto mayor es justamente garantizar la integridad de la comunidad que sufre el embate del crimen organizado y la delincuencia. En este momento, a quien menos conviene la convulsión es a Graue. El cuerpo interno de seguridad y vigilancia llamado “Auxilio UNAM” lejos de proteger y dar tranquilidad, genera suspicacias con su inoperancia. Verlos presenciar la violencia, rebasados, afecta la credibilidad de las autoridades universitarias. La limpieza debería empezar por ahí, si los lastres sindicales y el burocratismo se lo permiten al rector que debe imponerse para calibrar su firmeza. EDICTOS: ¿Qué signo político tiene la perversidad de quienes ordenaron la agresión? En el Gobierno de CDMX tienen elementos para responder, que en el contexto del cambio de gestión, deberá interesar a Claudia Sheinbaum, egresada de la UNAM y quien estuvo casada con Carlos Imaz, ex líder estudiantil del CEU.