Ayer fue un día de emociones para Enrique Peña Nieto y para muchas de las personas que estábamos en Palacio Nacional. Contenido de las lágrimas, el Presidente hizo ayer un justo balance de lo que significó transformar al país con sus reformas estructurales, lo que implicó afectar “viejos privilegios”, como él mismo señaló.
Es cierto que los vídeos que mostró Peña sirvieron para darle un nuevo ritmo al mensaje. Sin ellos, habríamos atestiguado uno más de los recuentos que en voz propia han hecho siempre los presidentes.
Peña Nieto optó por la curaduría visual de los datos, y reservó algunos de ellos para él, para darles relevancia: el número de empleos, la inflación controlada, la inversión... Luego los clips audiovisuales arrojaron un diluvio de indicadores para que la audiencia no tuviera duda de cómo encontró al país y cómo lo deja.
Lo deja bien. “Entregamos un país estable”, aseguró. Es verdad: estable, democrático, creciendo y con rumbo. Nada de eso es poca cosa en una nación con tanta desigualdad. Y el rumbo es claro: en unos años dejará de haber pobreza extrema en México. En 2040 voltearemos hacia atrás para recordar dónde se sembró la semilla de la prosperidad.
Ayer terminó el tiempo de Enrique Peña, un presidente que resistió las calumnias más envenenadas en generaciones y que vive convencido de que lo que hizo fue por el bien del país. “No sé por qué no le creo”, me dice un colega periodista en Palacio Nacional. Prefiero no responderle, porque claramente es su elección no creerle, como muchos no creyeron en él, en su discurso, en sus prioridades ni en su trabajo.
El tiempo dirá si las acciones de gobierno de Peña Nieto fueron las adecuadas. Su lugar en la historia ya está reservado por haber puesto de acuerdo a las fuerzas políticas más disímbolas durante su mandato.
Primero para legislar con gracia los rezagos que tenía el país, y luego, al final, por haber conseguido que el pueblo en su conjunto decidiera realizar un dramático viraje de rumbo hacia territorio desconocido.
Peña Nieto echó la ruleta a andar y en la primera parada tuvo suerte; pero en la segunda vuelta nosotros fuimos quienes pusimos más aceite en los balines. Así estamos.
Quizá Enrique Peña Nieto sea recordado como el presidente de la “muerte” del PRI. Eso quizá dirán los historiadores… pero lo harán habiendo estudiado en un sistema educativo más robusto, desde una próspera ciudad del sur; escribiéndolo desde la comodidad de su computadora con internet súper veloz, y en la seguridad de que pueden trabajar en un país en paz y desarrollado.
OSVALDO SONRIENTE
Uno de los más satisfechos servidores públicos ayer en Palacio Nacional fue Osvaldo Santín, el jefe del Servicio de Administración Tributaria (SAT). Peña Nieto entregará 68.4 millones de contribuyentes registrados y pagando impuestos al próximo gobierno. En 2012 solo había 38.5 millones