El proceso de transición de un gobierno a otro depara, como en las mudanzas caseras, el reto del hallazgo de las tuberías y las zonas negras donde se almacenan el polvo, la basura y las termitas, un ejército capaz de echar una casa abajo.
El dilema o el desafío para un gobierno, o para el futuro dueño de una casa, consiste en construir nuevos cimientos para edificar algo distinto sobre las viejas ruinas, o simplemente dar una pincelada aquí, maquillar allá y tapar acá, pero sólo un poco: sin alterar la esencia de la vieja mansión, o la forma de operar de las instituciones sempiternas, que igual que una casa se deterioran con los vicios ocultos y con el tiempo. Algo parecido sucede en la Cámara de Diputados. Hace apenas 12 días que la nueva mayoría de Morena recibió la administración del palacio legislativo, que a principios del siglo pasado era una estación de trenes y que en ocasio-nes, como en la sesión de ayer, parece más un triste teatro político.
El diputado Javier Hidalgo, de la bancada de la mayoría morenista, salió a refugiarse en la parte trasera del salón. Huía de su curul, a la que le impedían pasar provisionalmente a cinco fotógrafos que retrataban a sus vecinos, un grupo de acaso seis diputados priístas, como si fuera Maradona recién llegado a Sinaloa.
¿Qué han encontrado las nuevas autoridades de la cámara debajo de la alfombra de San Lázaro? El rastro está aún fresco. Un primer vistazo abre de par en par la casa que construyeron en la última legislatura las bancadas del PRI, PAN y PRD: uno de los principales gastos de administración detectados son 600 plazas con nivel de dirección, de las cuales 185 eran VIP, con salarios de 175 mil pesos mensuales.
La nueva mayoría de Morena enfrenta ya a un problema: los diputados no se reducirán el salario para sumarse a los planes de austeridad. El argumento es que la dieta, el sueldo de los diputados, es de unos 70 mil pesos, y que otra parte similar les sirve para solventar los gastos mensuales de su tarea de gestión.
El verdadero botín de San Lázaro no está ahí, sino en las subvenciones o partidas extraordinarias: 132 mil pesos que recibe el coordinador de cada partido, por cada legislador de su bancada. Si esos fondos libres de justificación no desaparecen, Mario Delgado, jefe de los diputados de Morena, recibiría cada mes 33 millones de pesos que podría utilizar como quisiera. Tradicionalmente ese dinero ha servido para financiar campañas, trabajo político, o para los amigos. El dilema para la mayoría de Morena es levantar la alfombra y barrer tantito para no remover las viejas estructuras, o ir a fondo y recortar partidas discrecionales al menos por tres mil millones de pesos, siete veces más el ahorro de 400 millones anunciado hace unas horas.
WILBERTTORRE@GMAIL.COM @WILBERTTORRE