Desde hace pocas semanas se comenzó a hablar sobre la posibilidad de instalar una Comisión de la Verdad para México.
Las comisiones de la verdad han sido creadas en el mundo para enfrentar el pasado dentro de contextos de cambios de gobierno y acuerdos de paz.
Son órganos colegiados de investigación creados para que sociedades que fueron víctimas de violencia y graves violaciones a derechos humanos afronten de manera crítica su pasado, logren cerrar las heridas y eviten que esos hechos se repitan.
Con ellas, se busca al menos 3 cosas:
—Identificar las causas de la violencia y los elementos del conflicto.
—Investigar las violaciones más graves a los derechos humanos.
—Permitir que se conozca a los responsables.
Probablemente la primera fue la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) de Argentina, creada en 1983.
Pero lo cierto es que en los últimos 35 años se ha creado una gran cantidad de estas comisiones en todo el mundo: Uganda (1986), Sudáfrica (1995), la ex Yugoslavia (2001), Chile (1990), Chad (1990), El Salvador (1992), Guatemala (1994), Haití (1995), Nigeria (1999), Sierra Leona (2000), Perú (2001), Ghana (2002), Timor Oriental (2002), Marruecos (2006), Liberia (2006), etcétera. Las comisiones de la verdad se complementan con la justicia penal sin sustituirla; se enfocan sólo en violaciones graves a derechos humanos y se centran, sobre todo, en escuchar y atender a las víctimas.
Derivado de ello, pueden llegar a reunir grandes cantidades de información.
Suelen ser creadas por los poderes ejecutivo y legislativo. Sin embargo, hay dos casos de comisiones creadas por el Poder Judicial.
La comisión establecida en 2009 en Canadá para investigar las políticas de asimilación forzada de niños indígenas, y la posible comisión de la verdad ordenada en México por un Tribunal Colegiado de Circuito para investigar el caso Ayotzinapa.
¿Cuándo son un medio para descubrir la verdad y recuperar la paz social, y cuándo son simplemente artificios para que los políticos evadan sus responsabilidades y deudas con el pasado? Es difícil saberlo.
Por ejemplo, a la comisión de Uganda se le cuestiona haber generado enormes expectativas y, al final, dar pocos resultados.
A la comisión sudafricana sobre el Apartheid se le critica por haber ofrecido amnistía a los perpetradores y no llevar a juicio a nadie.
A la comisión de la ex Yugoslavia se le critica su falta de transparencia, sus nulos resultados y haberse convertido en un instrumento político del presidente Kosturica.
Aunque son mecanismos muy útiles también son muy difíciles de instrumentar. Bien implementadas, las comisiones de la verdad pueden tener un significado de enorme trascendencia.
DOCTORA EN DERECHO POR LA UNAM,
ESPECIALISTA EN JUSTICIA Y DERECHOS HUMANOS