De Nicaragua habíamos escuchado poco, un pequeño país en Centroamérica que colinda al sur con Costa Rica y al norte con Honduras. Que ahí existió Augusto Sandino, líder de la revolución y creador de un símbolo. Sabemos de un dictador de apellido Somoza y de un revolucionario sandinista de finales de los 70, Daniel Ortega -que, de revolucionario ya no queda nada-. Sin embargo, desde hace ya más de 100 días, la prensa internacional habla mucho de aquel país y cuando la prensa habla de algo tan seguido, no puede ser por nada bueno.
Ortega, presidente de Nicaragua, y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, gobiernan de manera conjunta con la fe católica, rapaces empresarios, el Fondo Monetario Internacional y una férrea policía, el Ejército y grupos parapoliciales (que en estos días no asume como suyos). Ortega ha sido presidente en dos periodos, de 1979 a 1990 y desde 2007 a la fecha. Hasta aquí parece todo tranquilo, pero la decisión de quitar las pensiones a las personas adultas mayores ha prendido una chispa y, en una sociedad donde todavía se escuchan consignas de la Revolución Sandinista, sólo puede decantar en revolución, ya que no hay recursos legales a la vista, porque si dimite Ortega, Murillo toma su lugar, si ella decide renunciar al cargo, en su lugar quedaría el presidente de la Asamblea, un incondicional al régimen.
El concepto de revolución, según la ciencia política, es “el uso de la violencia para derribar a las autoridades políticas existentes y sustituirles con el fin de efectuar profundos cambios […]”, y en este momento, en Nicaragua, se estrecha la teoría con la práctica. Lo que comenzó el 18 de abril como una pequeña manifestación por parte de los –viejitos- para recuperar lo que por ley les pertenece, se le unieron jóvenes universitarios y tras la muerte de uno de ellos, ahora es un pueblo volcado en las calles exigiendo el cese del fuego por parte del gobierno, la salida del binomio dictatorial Ortega-Murillo y que se convoque a elecciones anticipadas.
Desde aquel día en Nicaragua se viven bloqueos carreteros, barricadas, universidades como búnkers, miles de desapariciones forzadas, centenas de heridos y hoy se cuentan a más de 400 muertos, casi todos jóvenes estudiantes. El gobierno bicéfalo no tiene entre sus planes ceder. Estamos a las puertas de una guerra civil, de una revolución.
No sé si estemos delante de la primavera nicaragüense, sin embargo, mientras escribo estas líneas y veo el papel activo de los jóvenes de esta generación llamada millennial, jóvenes que han hecho suya esta revolución, no puedo dejar de pensar en el mítico año del 68, en los jóvenes parisinos, praguenses y, por supuesto, en aquellos jóvenes mexicanos que, a 50 años de aquel suceso, nos dieron las bases de la vida democrática que hoy vivimos. Deseo para los nicaragüenses que también hagan su parte de historia.
Adriana Sarur: ¿La primavera nicaragüense?
Nicaragua vive bloqueos carreteros, universidades como búnkers, miles de desapariciones forzadas y centenas de heridos