¿Cómo conoció a Juan Gabriel?
Lo conocí en una fiesta que el general Puentes Vargas (director de Lecumberri) organizó para todos los presos, yo fui a cantar, tenían ballet y un mariachi y ahí cantamos, nos reímos, jugamos y de pronto me dice el general, ‘ven, que te quiero introducir a alguien’, y me lo presentó, entró a la oficina y vi a un muchachito que seguramente pesaba 48 kilos, flaquito, ya era conocido como Juan Gabriel; los presos lo querían mucho.
Escuché su música y me sentí verdaderamente emocionada, lloré, creo que fue una química inmediata. Después de un tiempo me dio una canción que se llama Noche a noche, para que yo la grabara, fue algo muy bonito para mí.
¿Recuerda como salió Juan Gabriel de la cárcel?
Gratis, porque Ofelia Urtuzuastegui (esposa del general Puentes) era cuñada de mi hermana, también era una señora que llevaba una pistola en su bolsa, y le dijo ‘vente, Alberto te vas con nosotros’, entonces Juan Gabriel se fue a su casa en Tecamachalco, le ayudaba a coser sus diseños de ropa.
¿Guarda secretos del Divo de Juárez?
Tengo dos cosas que almaceno en mi corazón, la mujer que lo metió a la cárcel y la única de la que estuvo enamorado, le prometí con todo el amor no decir esos nombres, me los guardo, es un juramento sagrado.
LA FAMA
¿Fue una persona agradecida?
Se le cayó el cielo encima y se fue olvidando un poquito de la gente, pero me mandaba su avión para verlo en diferentes ciudades, ahí empecé a viajar en su nave, esos eran mis paseos, conocí sus casas, sus estudios de grabación, de todo lo bueno que Dios le mandó.
¿Convivió con sus hijos?
Sí, pero eran muy chiquitos, ya grandes se los llevó la mamá, se fueron a Los Angeles y él se quedó en Las Vegas.
¿Es cierto que usted vivió de cerca la relación que Juan Gabriel y Daniel Riolobos tuvieron?
Yo estuve con ellos ocho días, se tiraban en el suelo y le decía Juan Gabriel, 'ya Daniel, te va a regañar tu mamá, ya vete', y se acostaba en el suelo y se pegaba fuerte, se hacía heridas, y pues teníamos que llevarlo al hospital.
¿Juan Gabriel creía en alguna religión?
En nadie, ni en él mismo, pero decía que sí había un Dios.
LLORÓ SU MUERTE
¿Cómo mantenían comunicación?
Un día me dijo vamos por un helado, nos metimos a una tienda de electrónica y me compró una computadora para escribirle todos los días y así fue.
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