En lo que la mayoría de los militantes priistas -malosos, resentidos, bisoños…- coincide, es que la derrota del PRI en la elección presidencial se la deben a Luis Videgaray, quien mantuvo durante todo el sexenio una hegemonía abrumadora y despiadada, quitando del camino a la Presidencia a cada uno de los aspirantes. Incluso aquéllos están pensando en hacerle un monumento en la sede de Insurgentes, para que los que se sientan ofendidos, humillados, agraviados, le dejen algún recuerdito.
El director de la revista El Cotidiano –Miguel Ángel Romero— comparte con el columnista un extenso y documentado análisis sobre los antecedentes que derivaron en la derrota del PRI el 1 de julio pasado, en donde se refiere precisamente a la actuación de Videgaray. Coincide con lo comentado ayer en esta columna: A Manlio Fabio Beltrones, Luisito le cobró las derrotas en la elección de 2016 por el desastroso resultado de su partido, y fue desgastando metódicamente a Miguel Ángel Osorio Chong con la disminución constante del presupuesto. Reconoce que ambos personajes ayudaron mucho, con sus errores, a que los derrotaran y sacaran de la jugada presidencial. El caso de Osorio es significativo, ya que era el priista con mayor simpatía entre la población y un voto potencial cercano a 25% que de nada le valió.
Sobrevino el “asalto al partido” por parte de la tecnocracia, agrega. Pusieron a un representante y amigo del poderoso secretario de Hacienda que nunca había sido priista. En los meses que estuvo en la presidencia Enrique Ochoa, la pérdida de identidad del PRI tuvo un costo acelerado. Sin discurso político explayaba frases propias de un peleador callejero y una prepotencia inaudita dentro del CEN y con sus colaboradores cercanos. Con actitudes que rayaban en la bipolaridad daba instrucciones y tenía reacciones de choque y enfrentamientos totalmente anormales.
El gobierno federal se volcó con toda su energía a defender el bastión histórico del Estado de México. A pesar de las traiciones internas, alcanzaron una victoria que, a la larga, demostró ser pírrica, porque en la elección presidencial Morena ganó prácticamente toda la entidad -ahí se observó lo precario y costoso que fue ganar “haiga sido como haiga sido”, apunta.
Y pregunta: ¿Con qué criterio decidió el líder la candidatura de José Antonio Meade? ¿Tomó en cuenta el riesgo de postular un candidato que no era del PRI? ¿Qué ventajas le vio sobre los demás posibles candidatos? ¿Consideró que Meade era el más apto porque la economía es el principal problema que enfrentará México en los próximos seis años o sólo necesitaba un candidato con imagen decente e inmaculada? ¿De verdad pensó que bastaba con nombrarlo candidato del PRI para que rápidamente se volviera popular y subiera en las encuestas públicas?
Algún día el líder externará los criterios con los cuales eligió a José Antonio Meade. Por lo pronto, sea cual sea la historia detrás de esa decisión, lo real, contundente e incuestionable es que se trató de la peor decisión de su sexenio.
Todos contra Luisito
Mantuvo durante todo el sexenio una hegemonía abrumadora y despiadada, quitando del camino a los aspirantes