Un día como hoy, hace 78 años, murió en México León Trotski, tras un agónico coma de un día, a manos del régimen stalinista, encarnado en Ramón Mercader. La medida fue la extrema demostración de lo que Stalin haría para conservar el poder unilateral en la Unión Soviética.
Este control absoluto y vertical de la Unión Soviética –que inició en el Comité Central del Partido Comunista–, no consentía la distribución democrática del gobierno a los antiguos camaradas de la Revolución de Octubre.
Toda proporción guardada (y con métodos menos abrasivos que el homicidio literal), puede decirse que el domingo pasado hubo otro asesinato a la democracia marxista: la decisión a mano alzada, en votación económica y no detallada, del Congreso Nacional de Morena, en la que se reformó su estatuto para dar facultades cuasi-plenipotenciarias a la presidencia nacional del partido, para quitar y poner a los dirigentes estatales, en donde poco o nada importará la determinación de sus miembros activos. Los camaradas, desairados por el politburó.
Las implicaciones para los estados son todas. Por un lado, queda prohibida, estatutariamente, la formación de expresiones internas (tribus) que aglutinen los puntos de vista disidentes. Y por el otro, se aviva la posibilidad de hacer una estructura de poder a discreción. De ahí a brincarse también las votaciones abiertas y democráticas para tomar otras decisiones, hay medio paso. El punto creó aspereza el domingo, y no ha sanado con curitas.
El 19 de septiembre de 2017, vi pasar envueltos los cuerpos de un niño y de una niña, unas horas después del terremoto.
Las escenas eran doblemente dantescas, pues al sufrimiento que todos experimentamos en la ciudad se sumaba aquel que despertaba ver el horror apropiándose de los rostros de madres y padres de familia, quienes padecían la búsqueda de sus hijas e hijos. Y el terror en la cara de quienes no los encontraban en medio de ese muégano de concreto, era igual.
Ayer, once meses y dos días después, el Rébsamen, la herida abierta por la muerte de esos 19 niños, niñas y 7 adultos a manos de la corrupción, no de un sismo, comenzó a cerrar. El reinicio de la demolición de la escuela, al sur de la Ciudad de México, es la penúltima puntada que hace falta para comenzar a cicatrizar esa herida.
Resta que las autoridades lleven a rendir a cuentas a la dueña y directora del plantel, Mónica García Villegas.
En los siguientes 29 días, veremos una cascada de reportajes, historias, crónicas y noticias de seguimiento, por el aniversario de los terremotos del 7S y 19S.
Entre esos trabajos, valdrá la pena subrayar los que hagan hincapié en la suma de omisiones y corruptelas que provocaron el derrumbe de casas y edificios.
Y en este género de textos, es encomiable la publicación de Alejandro Sánchez, escritor, columnista, reportero y amigo, quien condujo a 17 periodistas y narradores más, para contar la historia de 19 edificios como 19 cicatrices, una compilación bajo el sello Grijalbo que tiene como común denominador justo eso: señalar a los culpables de la tragedia, no de un temblor –pues la naturaleza no es trágica, sino irremediable–, sino de quienes no hicieron su trabajo. Pero de eso, abundamos el jueves.
Morena: De la camaradería al control stalinista
Con una visión equiparable a la soviética, en el consejo nacional morenista prevaleció el control absoluto y vertical