Juan Alfonso Mejía López: Escuelas, ¿para qué?

  Ayer regresaron a clases más de 30 millones de niñas, niños y jóvenes de educación básica y media superior. Su reincorporación sucede en medio de una coyuntura particular que amenaza con ser la marca del sexenio venidero: mucha política y poca política educativa. A tres meses del cambio de gobierno, nos encontramos en medio de declaraciones de derogar la Reforma Educativa, una consulta popular de la que ya se conoce su resultado, una confrontación en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y la puesta en marcha de la autonomía curricular con una formación insuficiente para cientos de miles de docentes. Esperemos que no sea sintomático de los tiempos por venir, que se trate de una desafortunada coincidencia. Al hablar de educación, debemos insistir en una interrogante: y los niños, ¿qué? El Presidente electo y su equipo han dejado clara la vocación incluyente de la próxima administración. Es una gran noticia; el sistema educativo en México es profundamente excluyente. Sin embargo, no queda clara su visión para combatir este problema desde la política pública; pensar que basta con modificar el artículo 3º de la Constitución y la Ley General del Servicio Profesional Docente (LGSPD) es insuficiente. En México existe toda una generación herida que año con año se reproduce. De cada 100 niños, 96 llegan a primero de primaria a los seis años; 77 alcanzan primero de secundaria y sólo 57 de ellos logran pasar al primer año de media superior en tiempo y forma. Tenemos un problema de permanencia, que dudo se combata con becas, mucho menos con universidades públicas en los municipios. Más allá de la limitada visión de la cobertura, existe otra exclusión más perversa por silenciosa. De los jóvenes que sí logran mantenerse en el sistema y terminan secundaria, 2 de cada 3 no aprenden lo que necesitan para seguir estudiando (Planea, 2017). Están excluidos, pero no lo saben. Queremos construir ciudadanía en un país en el que la participación nunca ha sido una preocupación real. No existen datos sobre la participación de los niños como constructores activos de su propia experiencia educativa. En los foros sobre el modelo educativo, sólo participaron 200 niños de todo el país, en un solo foro. El arribo de un nuevo gobierno es siempre fuente de renovada esperanza. Contar con un gobierno que desea un México más justo y equitativo, y ve en el sistema educativo un brazo ejecutor para conseguirlo, es una oportunidad para todas y todos. Pero, limitar la visión sobre la inclusión a la cobertura es arriesgar todo el proyecto a una oportunidad fallida. Inclusión significa estar en la escuela, aprender lo que uno quiere y necesita, y participar en su propia educación. Y sí, la escuela es el mejor dispositivo para materializar la única oportunidad de la que disponen millones de niñas, niños y jóvenes en este país. No la desperdiciemos.   JUAN ALFONSO MEJÍA LÓPEZ DIRECTOR GENERAL DE MEXICANOS PRIMERO @JUANMEJIA_MZT