Entre el 9 y el 12 de agosto, las poblaciones yemení, palestina y siria sufrieron bombardeos. El 9, la coalición encabezada por Arabia Saudita atacó un autobús escolar en Yemen, en una provincia controlada por los rebeldes Huthi. Murieron al menos 40 niños. Tres días después, se sumó una nueva tragedia en Siria, cuando 39 civiles, entre ellos 12 menores, fallecieron por una explosión y desplome de un edificio en Idlib, último refugio de la oposición armada siria, donde se han dirigido combatientes y civiles evacuados desde otras regiones retomadas por tropas leales al presidente Asad. Las fuerzas gubernamentales intensifican sus ofensivas contra las provincias de Latakia y Alepo.
El ejército israelí lanzó 150 ataques aéreos contra Gaza. Tres palestinos fueron asesinados, incluyendo una mujer embarazada y un niño pequeño. En mayo la violencia fue fatal; 60 palestinos recibieron disparos mortales en la frontera con Israel al protestar contra el traslado de la embajada de EU en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, y conmemoraban la Nakba o catástrofe, cuando Israel se formó en 1948 desplazando a cientos de miles de palestinos, que desde entonces viven como refugiados en Gaza y países árabes. Según un informe confidencial de la policía militar israelí obtenido por The Intercept, cuatro niños que jugaban en la playa en Gaza, en 2014, fueron perseguidos y asesinados por operadores de drones que los confundieron, a plena luz de día, con militantes de Hamas. La coalición liderada por Riad justifica el ataque contra el autobús escolar yemení como una “acción legítima”. Tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, EU, Francia y Reino Unido siguen apoyando a los saudíes durante su campaña militar en Yemen y están por rehabilitar al presidente sirio Asad como actor internacional legítimo. El príncipe saudí cuenta con el apoyo de Trump, el silencio occidental y de los gobiernos mundiales ante las críticas de Canadá sobre los derechos humanos en Arabia Saudita. La decisión de Trump, en enero, de congelar una sexta parte de la aportación a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA por sus siglas en inglés) estrangula la esperanza de una población paupérrima. La UNWRA da empleo a más de 30 mil, sólo en Gaza tiene contratados a cerca de 13 mil trabajadores, entre docentes, personal sanitario y equipos de ayuda humanitaria. Encontrar justificación para estas cifras, como para la violencia y la guerra, resulta delirante. Las bases de este discurso son las nociones de ocupación, combate al terrorismo y justificaciones unilaterales. Ejemplos de esa radicalización son la venta de armas, descartar el uso del árabe, la intolerancia, renuencia al diálogo, el intento de rehuir la conciencia de las víctimas. Pero ellas no desaparecerán, no dejarán de merecer justicia y los años no significan olvido; nada más persistente que la memoria y la humanidad. Una manera de aproximarse a resolverlo, válida para todas las partes, como para cualquier ser humano, es documentar la historia e integrar a la conversación los derechos humanos, las libertades de credo, la diversidad cultural y lingüística, y la convivencia. *Investigadora de El Colmex
Las víctimas y la justicia
Encontrar explicación o justificación para estas cifras, como para la violencia y la guerra, resulta delirante