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Trump y Omarosa: tal para cual

El pecado de la mujer es que, tras haber sido despedida de la Casa Blanca, no mantuvo la boca cerrada

OPINIÓN

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Durante su campaña política electoral Donald Trump ofreció mantener y fortalecer la dignidad presidencial. El martes, en respuesta a las críticas de su antigua aliada Omarosa Manigault, la calificó como "perra". El calificativo provocó un pequeño escándalo, que en cualquier otro caso hubiera sido mayor. En la Casa Blanca de Trump, sin embargo, es apenas otra en una larga serie de anécdotas en las que sobresale la vulgaridad y la ruptura de normas que caracterizan al mandatario. El pecado de la mujer es que, tras haber sido despedida de la Casa Blanca, no mantuvo la boca cerrada, pese a tener lo que los abogados de Trump llaman un acuerdo de no revelaciones, que normalmente es usado en las empresas privadas y Trump usó hábilmente como empresario. Pero ese acuerdo es válido en la empresa privada, no en el gobierno estadounidense, que tiene otras reglas, incluso algunas que favorecen a los divulgadores de información sobre hechos dañinos para el público. Y en ese sentido Omarosa, como es popularmente conocida, no sólo escribió un libro sobre los alrededor de 12 meses que pasó en la Casa Blanca y su tiempo como propagandista de Trump durante la campaña política, sino que ofreció a sus lectores no sólo afirmaciones sobre la incapacidad de Trump, sino sobre el uso de referencias racistas, amén de varias grabaciones en reuniones y encuentros que se supone eran confidenciales. El libro y la reacción de Trump son muestras, en todo caso, de lo que el diario Chicago Tribune definió como la "cultura de paranoia, filtraciones, grabaciones de audio y luchas internas que han permeado sus tratos por décadas y continúan en su Presidencia". Se olvidaban tal vez que Omarosa surgió a la fama como concursante en El Aprendiz, el programa de realidad que encabezaba Trump, que dio un triunfo a la mujer afroestadounidense que para ello se presentó como manipulativa y traicionera. Era la villana que los estadounidenses amaban detestar. Trump, que hasta hace no mucho se deshacía en elogios para las única mujer afroestadounidense con un puesto alto en la Casa Blanca y que por supuesto le rendía pleitesía, ahora la describe como "loca" y "enferma". Pero no es otra cosa, sino la historia de una Presidencia que se ha caracterizado por su egocentrismo, donde todas las críticas son asumidas como ataques personales o parte de conspiraciones. Habría que recordar que Trump y sus empresas fueron parte activa en más de cuatro mil juicios en los últimos 20 años, una cifra enorme aún para una sociedad tan contenciosa y litigiosa como la estadounidense. Trump ha mentido consistentemente antes y durante su gobierno y ahora ha logrado salirse con la suya; prácticamente le ha dado la vuelta a disposiciones éticas que supuestamente separaban los negocios personales de su posición en el gobierno, y quien sabe si ha mantenido los estándares de conducta que los estadounidenses, incluso sus partidarios, decían esperar y desear de su Presidente.