Pedro Ángel Palou: Suave Patria

  Impecable y diamantina, había escrito Ramón López Velarde. Y también en el mismo poema afirmaba: inaccesible al deshonor, floreces. El pasado domingo la democracia mexicana llegó a su mayoría de edad y permitió la alternancia pacifica. Por vez primera un presidente de izquierda llega al poder. Y lo hace con una contundencia y una amplísima mayoría. El electorado le ha otorgado, además, un enorme bono democrático que le permitirá gobernar con un congreso y un senado compuesto en su mayoría por miembros de su coalición. Si a eso le sumamos las gubernaturas ganadas por Morena e incluso los congresos estatales podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que ha habido en México un huracán político de tales dimensiones que redibuja por completo el panorama de cara al futuro. En primera instancia se cae el mito de que sin estructura distrital -el PAN, el PRI y el PRD las tenían y muy aceitadas- no se puede ganar una elección. Esa es la parte que Morena tiene de “movimiento”: logró que un ejército de ciudadanos estuviera en prácticamente todas las casillas y que una gran parte de electorado votara a su favor. El PRI no ha ganado un solo distrito y el golpe puede ser mortal: incluso el alcalde de Atlacomulco será de Morena. El PAN solo obtuvo un distrito, Guanajuato. Los otros 299 fueron para la alianza Juntos Haremos Historia. Nunca mejor puesto el nombre. Ese huracán está lleno de buenas noticias: el partido Nueva Alianza y el PES pierden su registro, aunque esté último gracias a la extraña alianza con AMLO tenga incluso más senadores que el PRI. El PRD y el Verde estuvieron también a punto de perder el registro. Basta de financiamiento para proyectos políticos tan endebles. Eso también permite a López Obrador manejar con holgura el forzado concubinato con el PES y es una gran noticia para el estado laico. En su discurso de toma de posesión dijo con valentía que se defenderán todos los derechos civiles, incluso el de las libertades sexuales. La primera vez que un presidente hace un pronunciamiento explícito al respecto. Otras buenas noticias: tendremos casi paridad en el Congreso y en Senado las mujeres serán mayoría. La alcaldesa de Puebla, mi ciudad natal es mujer. La jefa de gobierno de la Ciudad de México es mujer. Eso votamos todos los mexicanos, mayoritariamente. Me duele leer articulistas que afirman que a Morena la votaron los pobres. Ganó en todas las clases sociales y en todos los estados del país, prácticamente. Hay un clasismo y un racismo enorme en quienes denuestan el resultado electoral. Lo mismo en la prensa que en las “benditas redes sociales”. Este triunfo me parece el triunfo del mestizo. El triunfo no solo del hartazgo o la ira, sino de la utopía. Entiendo y me preocupan las promesas y la dificultad de modificar el sistema político de México. Sé que las élites son las primeras que buscarán defenderse. Pero a Morena y a Andrés Manuel López Obrador lo votaron quienes no quieren más muertos, más violencia del narco y del narcoestado, quienes no quieren más feminicidios ni que exista otro Ayotzinapa. Lo votaron quienes piensan que México no puede seguir igual. Lo votaron los jóvenes, con alegría y esperanza, esa palabra que tiene mala prensa en el vocabulario político. Hoy parece para muchos un pecado soñar con que pueden cambiarse las cosas. No lo creo. Al contrario. Los números hablan mejor que nuestra opinionitis tan dañina: hay un masivo clamor por recuperar la suave patria que cantó López Velarde. La que se entrega, alacena y pajarera, toda. No la secuestrada por las élites, la secuestrada por la violencia de la droga, la secuestrada por el miedo, por la zozobra, por el espanto. No la secuestrada por la duda y la derrota. Me da confianza, por ello, el gabinete anunciado, me da confianza el discurso firme pero mesurado, la llamada a la unidad. Me da confianza la posibilidad de la reconciliación, de la que ya hemos hablado aquí en otras columnas. Ya no solo quiero creer, ahora creo, con optimismo, que pueden venir grandes cosas. Muchos hemos luchado más de treinta años -al menos desde 1988 con Cuauhtémoc Cárdenas- para que en el México moderno la democracia no solo sea electoral, sino social. Para que no vivamos, de milagro, como la lotería, para volver a citar al poeta zacatecano. Al contrario, esa casa grande en la que quepamos todos.