Desde lo ocurrido en Lomas Taurinas en el incidente que privó de la vida a Luis Donaldo Colosio, la eficacia del Estado Mayor Presidencial como salvaguarda de los candidatos presidenciales ha sido cuestionada.
Dicen los que eran cercanos a Colosio que el general Domiro Roberto García Reyes se comunicó a Los Pinos y sólo acertó a decir: “me lo mataron”.
Queda el recuerdo de aquel audio ampliamente difundido, que decía: “el gobierno mató al propio licenciado Colosio… mira, las autoridades al no tener a la mano a los verdaderos culpables agarran a un chivo expiatorio para acallar a la gente y mantenerla calmada… las personas que vinieron a torturarme me hicieron comentarios sobre eso también”.
La pistola Taurus con la que Aburto cometió su crimen era un arma descontinuada. Hoy en día, los sicarios utilizan armas perfeccionadas para efectuar sus asesinatos. Según un informe de la organización Center for American Progress, entre 2011 y 2016, al menos 106 mil armas fabricadas en EU estuvieron vinculadas con actividades delictivas en México.
Con ese potencial en manos de sicarios, que a veces ni siquiera saben quiénes son víctimas, López Obrador no debe dejar esta consideración de Estado a la buena de su indiscutible popularidad.
El virtual Presidente electo y su equipo necesitan encontrar una estrategia para protegerlo, en donde la prioridad no es economizar, sino su seguridad.
PRI Y SUS MINI LÍDERES EN EL CONGRESO
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