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Curioso, por decir lo menos, que sea el propio López Obrador quien afirme su afinidad con Donald Trump

Una vez superada la jornada electoral en nuestro país, ayer volvieron a la mesa de renegociación del TLCAN las delegaciones de México y Estados Unidos. El contundente triunfo de Andrés Manuel López Obrador y la suave transición política que ha permitido la administración del presidente Peña Nieto, dieron nuevos bríos a los equipos negociadores, ahora acompañados por los funcionarios que ocuparán las secretarías de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard; Economía, Graciela Márquez, y la renegociación del TLC, Jesús Seade. Las visitas previas de alto nivel de los gobiernos de EU y Canadá al virtual Presidente electo contribuyeron a disipar inquietudes respecto de un posible viraje en la posición mexicana. Sin embargo, la nota más relevante respecto de la nueva relación bilateral la dio el inusual intercambio de cartas entre López Obrador y Donald Trump. La extensa misiva dirigida por AMLO al presidente Trump propone un nuevo entendimiento. En siete páginas alude al trato digno y respetuoso una decena de veces. López Obrador plantea la cooperación bilateral para el desarrollo en cuatro áreas estratégicas: comercio, migración, desarrollo y seguridad. La generación de empleo y bienestar en México y Centroamérica reducirán la migración forzada y facilitarán el control migratorio. Sin embargo, es el último párrafo el que genera asombro por el mensaje personal del próximo Presidente de México a su homólogo estadounidense. Para empezar, López Obrador señala lazos irrompibles entre ambos países, como el idioma (sic), la cultura (sic), tradiciones (sic), una “larga amistad y mucha solidaridad”. Y luego, el elocuente cierre donde López Obrador señala las similitudes que lo unen a Trump en lo personal: cumplir su palabra, enfrentar la adversidad con éxito, poner a los votantes al centro y haber desplazado al establishment o al régimen imperante. Curioso, por decir lo menos, que sea el propio López Obrador quien afirme su afinidad con Donald Trump, cuando a lo largo de la campaña negó y descalificó a quienes mencionaban algún rasgo similar entre ambos. Al margen de entender qué adversidades habrá enfrentado el Sr. Trump, resulta más asombroso aún que AMLO exalte la manera como, a su juicio, ambos llegaron al poder: poniendo a los ciudadanos primero y venciendo al sistema cuando, claramente, ninguno de los dos acabó con una dictadura o con un régimen antidemocrático. Sí triunfaron sobre los partidos en el poder, abanderados por otros partidos de oposición. En todo caso, Trump calificaría como un outsider o externo a la clase política, no así AMLO que es producto neto de la partidocracia. Donde sí son similares es en la forma binaria de concebir el mundo, en blanco y negro, entre aliados o enemigos, prensa leal o fifí, pueblo sabio o sospechosa sociedad civil. Desafortunadamente, ambos personajes comparten una visión egocéntrica que será difícil superar.