El desvelo que generan los mutantes humores de Donald Trump en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha puesto en vilo las expectativas del desarrollo económico en la región, principalmente para la economía emergente (nosotros) de esa triada.
No sabemos en qué va a acabar la telenovela del libre comercio, los aranceles al acero y aluminio, la medida de reciprocidad de agregar impuestos a productos agrícolas de Estados Unidos, las reglas de origen en las armadoras automotrices y la pretensión de igualar el salario mínimo en las tres naciones. Y, según se calcula, no se sabrá sino hasta el próximo año, pues hay bajas perspectivas de que el tratado se renegocie antes de que acabe el año.
Pero hay un nuevo jugador, allende las aguas del Pacífico, que ofrece una ruta adicional para no depender solamente del TLCAN: la República de Corea o Corea del Sur, como más popularmente se le conoce.
Ayer, el embajador Sang-il Kim –llegado al país hace medio año– regresó de Puerto Vallarta. Volvió contento y optimista de que, en los meses próximos, se analice y llegue a buen término la solicitud que ingresó el martes ante el pleno de la Alianza del Pacífico, para que su país forme parte de este consorcio de naciones.
Para México, en particular, y para los cuatro países que conforman la alianza, en general, resultaría tan benéfico como para la República de Corea, por el tamaño de las economías involucradas.
Si se reunieran como una sola economía Chile, Perú, México y Colombia (los cuatro miembros de la Alianza), ocuparían el octavo lugar entre las más poderosas del mundo. Desde luego que Corea, desde hace años, quiere sumarse a este menú. Y para México resultaría mucho más obvia, natural y hasta necesaria la necesidad de establecer un TLC con ese país.
Hoy por hoy, la República de Corea es el sexto socio comercial más importante de México. El año pasado, según datos de la Secretaría de Economía y la propia embajada coreana, el intercambio fue de poco más de 15 mil millones de dólares, lo cual equivale a un tercio del mercado total entre nuestro país y el resto de América Latina.
Las empresas coreanas establecidas en México invierten más de 6 mil millones de dólares anualmente, y crean más de 100 mil empleos directos.
En tanto, Corea ha logrado, a través del desarrollo tecnológico de su campo, elevar la producción agrícola, tecnologías y herramientas que pondrían al alcance de un nuevo socio comercial, si se abriera una zona de libre comercio directa con México, sea de forma directa o vía la Alianza del Pacífico.
Si hoy, sin TLC coreano-mexicano, es el sexto socio comercial y genera los volúmenes que genera de negocios, qué decir del futuro, para lo cual se preparan tan bien en ese país asiático.
Los primeros contactos ya están establecidos; vendrán pronto las reuniones con el equipo de Marcelo Ebrard, virtual canciller de México, y con el gabinete económico de López Obrador. Sólo ellos saben a qué le querrán apostar, pero la República de Corea tiene buenos momios y augura una relación ganar-ganar.
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