Elisabeth Vigée Le Brun, la pintora de María Antonieta, y por ende la artista más famosa del siglo XVIII, es una de las cartas fuertes que se presumen en la actual exposición Gabinete Rococó, del Museo Nacional de San Carlos, en la Ciudad de México.
Si bien se trata de una escasa muestra que, con sólo 28 obras, pretende profundizar sobre el arte Rococó, resulta un pretexto interesante para acercarnos al estilo artístico más ostentoso del arte.
En ocasiones, el Rococó ha sido minimizado, pero además de que fue testigo sugestivo en la Revolución Francesa, este estilo refleja la esencia humana más mundana y superficial y, por lo tanto, podría asegurar que es un arte muy vigente.
El retrato más afamado de la última reina de Francia, Marie Antoinette en chemise, nos muestra una simetría libre con formas onduladas, donde predominan los colores pasteles y brillantes. Una composición sensual y fresca, cuyo fin es centrar a la mujer en el foco de la inspiración. Pero más allá de la bella estética, el retrato esconde una interesante historia.
Al ser exhibida en 1783, la obra provocó controversia, pues María Antonieta vistió un Chemise (un camisón ligero), casi prohibido para la aristocracia, al ser una prenda interior básica que todos usaban. Además, el atuendo estaba hecho con un tipo de tela de algodón importado de Inglaterra, causando indignación entre la industria de seda local.
Los franceses interpretaron la pieza como un mensaje de rebeldía y provocación, un insulto a la monarquía y una amenaza política. La presión sobre la reina fue tal, que su pintora de cabecera tuvo que hacer una nueva versión, con la misma pose, composición y encuadre, pero bajo un vestido hampón y estructurado, digno de la corte francesa.
El Rococó fue un arte aristócrata que exhibía lo elegante, refinado, íntimo y delicado. En una necesidad humana por la perfección, buscaba que la estética armonizara de manera antinatural con una vida hedonista y antiespiritual. Su decadencia vino de la mano de la Revolución Francesa, donde formas más sustanciales de vida y pensamiento desafiaron al mundo.
Sin embargo, el Rococó, que fue una forma de vida que celebra lo mundano y la apariencia, no murió. Si hojeamos una revista Hola, donde se muestran las casas perfectas de los millonarios, ¿no estamos viendo a este estilo de vida en su esplendor? Me quedo más cerca, entro a Instagram de varios amigos, quienes cuidan cada detalle de su ropa y hasta comida, y me pregunto si no son fieles seguidores Rococó.
