El expresidente Peña

Peña Nieto ya dejó el gobierno. Ocupa Los Pinos, pero no ejerce el poder. El sexenio terminó cinco meses antes.

Las encuestas habían medido que sólo 2 de cada 10 mexicanos aprobaban al presidente (Mitofsky) y que apenas 14% deseaba continuidad para los próximos seis años (Reforma), pero nadie calculó en Los Pinos la realidad contra la que se estrellarían. Peña terminará su gestión como el mandatario más repudiado desde que se tenga registro. El 1 de julio le pusieron los últimos clavos al ataúd de su sexenio que habían comenzado a martillarse antes de los comicios. En mayo, por ejemplo, lo aprobaba 21%. En mayo del último año de sus gobiernos, Calderón tenía 52%, Fox 63%, Zedillo 62% y Salinas 70% (Mitofsky). La losa que Peña hizo cargar a su candidato presidencial, a quien impuso coordinador de campaña y ató las manos para el diseño de su estrategia, fue inaguantable. La caída fue épica. El PRI no sacó ni 8 ?millones de votos, frente a los más de 30 millones de AMLO. El presidente decidió abandonar la plaza la noche del 1 de julio. Ya no es interlocutor para nadie. La oposición no tiene incentivos para sentarse con él; los empresarios, construyen puentes con el próximo presidente; las organizaciones civiles están en mesas con el futuro gobierno; los gobernadores buscan congraciarse con quien llegará; los gobiernos extranjeros, en acercamiento con la próxima administración; los medios, en marcaje personal a AMLO; y su partido, en la lona tras el knock out y culpándolo del descalabro. El único que le ha tendido la mano es AMLO. A dos días del triunfo se reunió con él en Palacio Nacional. El tabasqueño fijó día, hora y lugar. Al finalizar, solo él dio un mensaje. Durante más de una hora contestó preguntas de reporteros —lo que en seis años no pudo hacer Peña— y anunció la visita del secretario de Estado de EU, Mike Pompeo. Días después llegó Pompeo y su comitiva, acompañados del yerno de Donald Trump, Jared Kushner. La nota de la visita fue el encuentro con el próximo presidente, en su casa de transición, que de facto es casa de gobierno. Desde ahí designa futuros integrantes de su gabinete, ajusta nombramientos, presenta políticas de gobierno, delinea la agenda de su mayoría en el Congreso… sin, si quiera, tener constancia de presidente electo. Peña, no aparece. Si acaso lo hace en algún deslucido evento. El viernes, al inaugurar el túnel ferroviario de Manzanillo, Colima, dijo que terminará el sexenio cumpliendo 95% de sus compromisos de campaña. Sus declaraciones pasan de noche. Su agenda, a pocos importa. De facto, ya dejó el gobierno. Ocupa Los Pinos, pero no ejerce el poder. El sexenio terminó cinco meses antes. Y el de AMLO, ya inició. El vacío de EPN y la agitada transición, tienen un solo protagonista. -Off the record: Andrés Manuel López Beltrán, Andy, hijo de AMLO que operó la elección en la CDMX, pondrá tierra de por medio. Se iría de maestría al extranjero. Esta columna baja la cortina unos días y se tomará un descanso. Nos encontramos el lunes 6 de agosto.