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De vuelta al Montessori

OPINIÓN

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Era como una escuela Montessori con poco presupuesto pero bastante funcional. Crecí en una familia en la que el valor nunca fue acumulativo. Mi papá es el pintor del morral de piel de vaca que decidió pedirle a mi abuela ultraconservadora la mano de su hija. Mi mamá era la hija contreras que estudió Filosofía en la UNAM y cortó a su novio “niño bien de toda la vida” para casarse con el artista plástico de pelo largo y sin trabajo. La noticia de la boda no sólo no le hizo gracia a mi familia materna, sino que generó varios intentos para suspenderla o mínimo, aplazarla. Nada los hizo desistir de caminar juntos al altar a pesar de conocerse apenas algunos meses y no tener idea de cómo se mantendrían. El día llegó, la niña rubia y el pintor se juraron amor eterno frente a una comitiva que aseguraba el fracaso casi inmediato de la unión. Ellos no dudaron, pensaron que de alguna manera lo resolverían y lo hicieron, él consiguió trabajo como profesor en Bellas Artes y ella, en una biblioteca que la mantenía rodeada de lo que más amaba: los libros. Estuvieron juntos siempre, hasta la muerte de mi madre. La casa en la que crecimos mi hermana y yo era como una escuela Montessori con poco presupuesto pero bastante funcional. Ser feliz, creativo, era prioridad y resultó tener muchísimo que ver con la manera en que mi corazón se siente cómodo. Como buena hija de hippies, uno de mis miedos más grande en la vida era parecerme a mis padres, comer orgánico y vivir sin tele... por eso terminé trabajando en ella. Vivir bajo mis propias ideas me trajo enormes satisfacciones e irónicamente concordaba con la idea principal con la que me educaron: la de la libertad, en cualquiera de sus presentaciones. Tuvo que pasar mucho tiempo para que agotada en un Uber, en el que solía comer y dormir en mi trayecto del programa de tele al de radio, me preguntara por qué esa rutina no me hacía del todo feliz. Pensé que un adulto es el que toma sus propias desiciones, más aún si éstas son opuestas a las que se espera que uno tome. Ahora pienso que adulto es el que celebra con decisiones su individualidad pero es capaz de retomar y considerar todo aquello con lo que fue criado para tomar lo mejor de ambos mundos. Lo que te dijeron y lo que te dijiste, lo que te sirve a ti en comunión con pasado y presente. Me acordé de lo necesario que es tener tiempo, comer y andar con tranquilidad, ver a quienes amas y verte a ti mismo en ellos. No importa de dónde vengas o dónde estés, si te sientes agotado o perdido no dudes en dar un vistazo a los consejos de mamá, porque tal vez es justo lo que estás necesitando... te lo digo saliendo de un foro caminando a un lugarcito de comida orgánica con mi cuaderno de dibujos bajo el brazo.