La mayoría de los terrícolas no entienden la trascendencia de lo que está pasando en la península coreana.
Hace pocos meses, un déspota megalómano de aproximadamente 35 años (nadie sabe en qué año nació) amenazaba con armas nucleares a sus vecinos surcoreanos, Japón, Hawái, y la costa oeste de Estados Unidos.
Se enfrentaba no nada más a la República de Corea y a Japón, sino, principalmente, a una superpotencia americana encabezada por un agresivo narcisista de 71 años que piensa que su instinto es más fidedigno que los hechos.
Si hubiera habido guerra en la península coreana es muy probable que la historia del hombre hubiera terminado.
Cualquier ataque nuclear de Corea del Norte hubiera sido respondido por una lluvia de bombas nucleares a su pequeño territorio, que es adyacente al de la República Popular China.
El país más poblado del mundo hubiera respondido con su propio arsenal nuclear, acabando, así, con la civilización. América del Norte, incluyendo México, no se hubiera salvado.
Entonces, el que 80 millones de coreanos estén encontrando la paz después de 68 años de guerra (3 activa, 65 sin hostilidades abiertas) nos permite seguir vivos (por el momento).
Se está cerrando un capítulo que fue escrito entre los soviéticos (ahora rusos), los chinos y los coreanos mismos, que causó los peores enfrentamientos de la Guerra Fría antes de Vietnam.
De concluir, se trata de un acontecimiento verdaderamente excepcional.
Pero, de ser exitosa la iniciativa, el presidente de Estados Unidos se adjudicaría el éxito, subiendo su popularidad. Es decir, la paz en la península coreana bien podría significar:
1) mejores resultados para los republicanos en las elecciones de noviembre, 2) la reelección del presidente Trump en 2020.
La permanencia de una mayoría republicana en el Congreso estadounidense podría ser buen para México, en la medida que sólo así se podría ratificar la renegociación del TLCAN.
Pero la reelección de este presidente llevaría a un nivel de desgaste para la democracia americana que no puede más que ser negativo para el mundo entero, especialmente México.
Pero nada de esto quita el hecho de que una gran amenaza para el mundo está siendo resuelta y que el jefe del Ejecutivo americano es por lo menos parcialmente responsable.
Imagínense un Trump Premio Nobel de la Paz–de ese tamaño es el logro, por más extraño que parezca–.
Si este proceso resulta en la desnuclearización de la península coreana, las amenazas pueriles habrían resultado más efectivas que la más sofisticada diplomacia. En ese mundo vivimos.
*Presidente de la Fundación
Imagen de México,
y conductor de ADN40 News