Arquetipo del norteño, bromista, pícaro, sincerote y juguetón, Eulalio González Piporro, plasmó en el cine la forma de ser de la desenfadada “raza” del morti.
Amo del folclor regiomontano, creó toda una parafernalia con vocabulario, expresiones, actitudes y canciones que explicaron una forma de sentir al pie del Cerro de la Silla. Habló con tono cantado y cantó con ingenio El taconazo, Don Baldomero y Los ojos de Pancha.
En el cine (Ahí viene Martín Corona, Escuela de música, Los gavilanes, El tragabalas, El rey de tomate), se dio vuelo improvisando diálogos con frescura e imaginación.
Piporro, cuera tamaulipeca, sombrero y paliacate, intérprete de la psicología del migrante y de la identidad nacionalista de quienes vivían más acá de las chulas fronteras, aprovechó la alegría de la polka, el corrido y el taconazo para moldear una imagen personalísima que ha quedado para la posteridad.