Como toda construcción humana, las democracias no nacen ni sobreviven de manera espontánea. Son falibles, enfrentan amenazas e, incluso, el riesgo de desaparecer.
Conflictos armados o golpes de estado son ejemplos clásicos de cómo acabar con un régimen democrático. Pero existe otra manera de lograrlo, “menos dramática pero igualmente destructiva” según Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (How Democracies Die. Crown Editions. 2018).
Ambos estudiosos afirman que la historia en Europa, Latinoamérica y, particularmente, la elección del 2016 en los Estados Unidos, apuntan a otro tipo de peligro. “Las democracias pueden morir en manos no de militares, sino de líderes electos -presidentes o primeros ministros- que trastocan el propio mecanismo que los llevó al poder”.
Esto es particularmente perturbador, porque significa atacar la democracia de manera “legal”, es decir sin violencia armada, incluso con aval legislativo y judicial. Es usar la democracia contra sí misma. Es el autoritarismo disfrazado de quien compite bajo reglas democráticas, prometiendo “mejorarlas” a través de la depuración de los poderes, el combate a la corrupción o la limpieza electoral, para terminar utilizando las instituciones en su beneficio. En América Latina ha sucedido en Venezuela, pero también en Brasil, Perú, Bolivia o Ecuador. En Europa está Turquía, antes Italia y el caso más trágico, la Alemania nazi.
En apariencia todo funciona. La gente incluso cree que vive bajo una verdadera democracia. ¿Cómo reconocer entonces el peligro autoritario?
Levitsky y Ziblatt resumen 4 indicadores de comportamiento autoritario y sus ejemplos. Cito sólo algunos:
- Bajo compromiso con las reglas democráticas. Ejemplo: cuestionar la legitimidad de los comicios rechazando los resultados electorales.
- Negar legitimidad a los adversarios. Ejemplo: calificar a los rivales de amenaza a la seguridad nacional o a la vida del país.
- Tolerancia o promoción de la violencia. Ejemplo: justificar (o no condenar) actos de violencia política del propio o de algún otro país.
- Inclinación a restringir libertades y derechos de opositores. Ejemplo: amenazar con emprender acciones legales o sanciones contra críticos de otros partidos, sociedad civil o medios de información.