La guerra comercial entre EU y China es una realidad. El preámbulo fue el anuncio de Donald Trump, hace unas semanas, de imponer aranceles compensatorios a las importaciones de acero y aluminio.
EU impuso aranceles a productos chinos por 50 mil mdd, y China respondió sin titubear con aranceles propios a productos estadounidenses, por 50 mil mdd también.
No es accidente que esto ocurra en el contexto de la reorientación de la política comercial de EU, que busca reducir su déficit comercial con China (375 mil 227.5 mdd en 2017). En el terreno geopolítico, las cosas no andan bien. La visita del norcoreano Kim Jong-Un a Pekín marca la pauta de lo que vivimos ahora: una competencia por la supremacía económica, política y militar global (tridimensional).
China juega sus cartas en esos tres terrenos. Su poder suave, duro e inteligente se ha dejado notar, mientras todo indica que la nueva fuente de poder, el llamado “poder agudo” (sharp power), es un pendiente para la diplomacia norteamericana.
Según Christopher Walker y Jessica Ludwig (2017), el “poder agudo” es una especie de “poder duro” que se manifiesta en los regímenes autoritarios y, por ejemplo, en la difusión de información falsa en medios de comunicación masiva, para tratar de influir en las percepciones y preferencias sociales.
La guerra comercial con China, aderezada con declaraciones de Trump sobre la seguridad nacional de su país, debe vincularse con otros fenómenos, como el papel atribuido a Rusia en las elecciones de 2016 en EU, o la reciente crisis diplomática entre ese país y algunas naciones europeas por el envenenamiento con una sustancia química (Novichok) del ex espía (doble) ruso, Serguéi Skripal y su hija, Yulia, que vivían en Reino Unido como refugiados.
Aunque no se ha determinado si la sustancia usada contra Skripal fue fabricada en Rusia, esa acción provocó expulsiones de unos 150 diplomáticos rusos de 24 países y viceversa. Los consulados de Rusia en San Francisco, y el estadounidense en San Petersburgo fueron cerrados, tal como pasaba en el contexto de la Guerra Fría.
Nuevamente el poder agudo se manifiesta principalmente por el estilo diplomático disruptivo y muy característico de Donald Trump.
Estados Unidos enfrenta un nuevo estilo de hacer política internacional, donde a los elementos tradicionales de poder se suman variables que ponen en jaque a su diplomacia, que tiene grandes retos en los meses venideros: la visita de Trump a Pyongyang en mayo, la guerra comercial con China y la posible visita del presidente ruso, Vladimir Putin, a Washington. En todo ello, una nueva versión del poder duro, que utiliza como herramienta el poder agudo de las capacidades, podría ser la respuesta. * Analista internacionalista