En su número más reciente, la revista mensual americana The Atlantic destiló las múltiples declaraciones del presidente americano acerca de México para entender exactamente qué piensa.
Lo resumieron así:
"Hace 25 años, Estados Unidos le dio a México un enorme regalo: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. El TLCAN enriqueció a México, pero empobreció a Estados Unidos. Peor aún, México está traicionando esa generosidad al enviar flujos masivos de drogas y personas, y no a sus mejores personas, claro, a través de la frontera sur. México podría controlar la migración y las drogas, pero se niega a hacerlo. Tenemos que usar el poder que nos da el TLCAN para obligar a México a pagar por un muro a lo largo de la frontera".
Lidiar con Estados Unidos significa lidiar con esa postura. Esto tiene un lado bueno y un lado malo para México. El lado bueno es que:
1) la visión es fácil de entender y nuestras acciones inciden,
2) el TLCAN es salvable.
El lado negativo es que el meollo del asunto está en dos temas que son muy espinosos para México. El primero es el Estado de Derecho, y el segundo es nuestra auténtica creencia de que la migración es un derecho humano fundamental.
Podríamos estar peor, por lo que tenemos todavía más fichas de negociación. México deporta más centroamericanos que EU y nuestro intercambio de información acerca de arribos internacionales a México es de altísima calidad y celeridad. Nuestra cooperación a nivel militar es amplísima, también. Además, el apetito de los mexicanos de emigrar a los Estados Unidos de manera ilegal está en franco descenso, lo cual reduce esa fuente de presión.
Sin embargo, los países centroamericanos están expulsando a muchos que llenan los espacios que antes ocupaban los mexicanos. Y la realidad es que nuestro gobierno tiene poco interés en ejercer control sobre su territorio. Mucho menos en el ámbito del trasiego de personas de nuestra frontera sur a nuestra frontera norte. Si el gobierno federal abdica su responsabilidad de perseguir a los matones más sanguinarios del mundo, ¿qué interés puede tener de detener a más centroamericanos que están huyendo de la violencia en sus países? Aparte de que el mexicano realmente cree en el derecho de emigrar, por lo que no hay presión por parte de la sociedad para ampliar las actividades de la Secretaría de Gobernación al respecto.
Si México lograra imponer un orden en su territorio, así parando el ingreso indocumentado de centroamericanos, pero más importante, estableciendo un mínimo Estado de Derecho, se 0erminarían los problemas con los Estados Unidos.
De hecho, quitando el obstáculo de la violencia, México crecería arriba de 5 por ciento anual, lo cual generaría un “problema” afortunado: el de la inmigración indocumentada a México de americanos y canadienses para vivir en un país más atractivo y, potencialmente, con mejores oportunidades.
El problema, como siempre, es la falta de voluntad política del gobierno de México.
*Presidente de la Fundación Imagen de México, y conductor de ADN40 News.