Guatemala y Belice, un problema que no termina

Casi desapercibido en México, el pasado 15 de abril Guatemala celebró una consulta nacional para determinar si debería someter su diferendo territorial con Belice a la Corte Internacional de Justicia de la Haya (CIJ). En términos de resultados fue un apoyo aplastante para el "sí" promovido por el presidente Jimmy Morales: 95.88 por ciento de los participantes se manifestaron a favor de la medida. El resultado podría parecer inobjetable, pero de entrada está condicionado por una participación de 26.6 por cierto de los votantes posibles. No le quita legitimidad, pero deja mucho espacio de maniobra para partidarios de otras actitudes. Y de hecho, una semana después del refrendo se reportó el envío de kaibiles (fuerzas especiales) del ejército guatemalteco a la zona del río Sarstun o Sarstoon que sirve como frontera entre Guatemala y el territorio que reclama, unos 12 mil km cuadrados, casi 51 por ciento de Belice. La situación no es simple. De hecho nunca lo ha sido desde 1638, cuando piratas y algunos colonos ingleses se establecieron en lo que hoy es Belice y desde entonces resistieron con éxito los intentos del gobierno virreinal español por desalojarlos (el último intento armado fracasó en 1798). La actual disputa se remonta a un tratado firmado en 1859, en el que Guatemala cedió a Reino Unido la región entre los ríos Sibún y Sarstún, a cambio de una compensación que nunca se pagó. Para los ingleses, centro entonces de un imperio mundial, el empobrecido pais centroamericano no era rival y Belice sólo tenía interés como productor de maderas. Belice obtuvo la independencia en 1981 y Guatemala sólo reconoció su existencia en 1992, con el apunte formal de que el diferendo territorial continúa. Belice tiene una superficie de 22,967 kilómetros cuadrados y unos 367 mil habitantes –de los que una parte desciende de refugiados mayas de la "Guerra de Castas" en México en el siglo XIX. Guatemala, por su parte, tiene una población de 17.3 millones, en un territorio de 108,889 kilómetros cuadrados. Ambos son países considerablemente pobres, dependientes del turismo y la exportación de materias primas. Para los dos, sin embargo, el diferendo territorial es central y podría serlo más: de entrada el referendo guatemalteco no implica que los beliceños hagan o deban hacer un referendo propio ni necesariamente aceptar en este caso la ingerencia de la CIJ. El territorio reclamado por Guatemala bordea la región de El Petén, rica en maderas y aparentemente petróleo, aunque notoria también por la prominencia de grupos de narcotráfico. Pero el eje central del problema es menos el territorio que el sentimiento de despojo por parte de los guatemaltecos: es profundo y podría decirse central para su conciencia nacional; para los beliceños, a su vez, se trata literalmente de una cuestión de supervivencia como nación. Ambos lados podrían enviar cartas de agradecimiento a Londres... y pasarle la cuenta del problema que dejaron.