En el PRI, brazos caídos

Al iniciar el segundo mes de campaña en el tercer lugar, José Antonio Meade tiene dos opciones: relanzar por completo su estrategia a la voz de ya, o refundirse por completo en el sótano de la elección. La primera opción está descartada, a menos que se trate de una simulación y Peña decida pactar y apoyar a Ricardo Anaya con el sello de la casa: por debajo del agua. El equipo de Meade está convencido de que no es necesario ajustar el plan y que la estrategia que han puesto en marcha en forma de capas (campaña de miedo, campaña de contrastes y guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador), tendrá efecto y millones de mexicanos terminarán por descartar a AMLO y votarán por el candidato priísta. ¿Qué mantiene a los generales de la campaña de Meade pegados a un plan como una mosca en un papel cebado? En un orden de importancia y de gravedad, los priístas de base y ex gobernadores, ex diputados y ex senadores con más experiencia en la operación electoral encuentran las siguientes razones: Uno: El presidente Peña como jefe real de la campaña ha impedido a Meade definir una estrategia y designar a sus colaboradores más cercanos en la campaña y en las listas a diputados y senadores. Los priístas están furiosos con Peña porque ven en él la causa más importante del rechazo al PRI y de que Meade no haya hecho un deslinde del gobierno repudiado por ocho de cada diez mexicanos. Dos: Soberbia. La queja más amarga de los priístas es que Meade y su equipo los han hecho a un lado y no los han sumado. Piensan que así como el presidente Peña fue aislado por un grupo de personajes – Nuño y Videgaray los principales–, a la campaña de Meade solo se trasladó el mismo sistema y eso ha llevado al candidato a padecer un mal triple A: está aislado, atado y atomizado por los mismos personajes. Tres: El PRI de Ochoa. A su llegada, le propusieron lo mismo que otros plantearon en la campaña de Meade: retomar el principio colosista “PRI, en todo lugar y todo el tiempo”. Cuando tomó el partido, le pidieron intervenir para que el gobierno de Peña cesara a la mayor parte de los delegados estatales de las instituciones federales y fortalecer al partido en todo el país. Tres años después, en plena campaña los delegados federales de origen panista continúan en el cargo, algunos de ellos jugando abiertamente para Ricardo Anaya. Cuatro: Las otras campañas. La campaña de Meade ha secado las campañas del resto de los candidatos, abandonados a su suerte. No han recibido un peso para hacer proselitismo por el partido. En la mayor parte del país, esos candidatos están haciendo una campaña de brazos caídos. “Van a tener que recoger los restos del partido con pala”, advierten algunos priístas.