La impactante noticia de la muerte de Jim Clark sacudió al mundo aquel 7 de abril de 1968, hace medio siglo.
Ese domingo disputaba una carrera de Fórmula 2 en el circuito alemán de Hockenheim, cuando su Lotus-Cosworth se salió de la pista a más de 270 kilómetros por hora y se estrelló contra unos árboles en el sitio donde al año siguiente se colocó una sencilla cruz para recordar su memoria.
Pero a Clark hay que recordarlo corriendo al límite a bordo de los distintos bólidos que pilotó a lo largo de los nueves años que compitió en Fórmula 1, y también como el gran campeón que se coronó dos veces: 1963 y 1965.
Jim se mantuvo fiel a un mismo equipo durante toda su carrera deportiva. Y fue precisamente el binomio que hizo con el famoso ingeniero Colin Champan, propietario de la escudería Lotus, una de las claves del éxito de ambos en los años 60. Juntos cosecharon logros fundamentados en la capacidad creativa del primero y del temerario arrojo del segundo, que estaba dotado de una increíble facilidad para sacar el máximo provecho a cada monoplaza. Jim Clark corrió el primer Gran Premio de México del 62.
Ese año la carrera no contabilizó puntos por tratarse de una prueba. Sin embargo, la gente que acudió al circuito de la Magdalena Mixhuca, y que aún estaba consternada por la reciente muerte de Ricardo Rodríguez, aquilató la tremenda destreza de El Escocés Volador, como lo apodaban.
Esa tarde del 4 de noviembre, Clark hizo una impresionante remontada y superó a dos titanes del automovilismo: Jack Brahbam y Bruce McLaren, y le adjudicaron el triunfo conjuntamente con su compañero, Trevor Taylor, que le había cedido su coche para cruzar la meta en un tiempo de 2:03.50.09.
Ganaría dos veces más el GP de México, en el 63 y el 67. Y lo consiguió con aquel Lotus 25, impulsado por un motor Clímax V8, que en su diseño introdujo el entonces novedoso monocasco, también conocido como “autoportante”, el primero en la historia de la Fórmula 1.
Esta obra de ingeniería consistente en que el chasis y el habitáculo están armados en una sola pieza que confería mayor rigidez y fortaleza a todo el conjunto, y que era seis kilos menos pesada que las estructuras tubulares que utilizaban los coches de sus rivales.
Jim Clark ha sido uno de los pilotos más versátiles y relevantes de la historia, pues también triunfó en las 500 millas de Indianápolis en 1965, que fue considerado uno de sus mejores años.
Su última victoria tuvo lugar el 2 de enero de 1968 en el Gran Premio de Sudáfrica, al que seguía una larga espera de cuatro meses, ya que la temporada se reanudaba con el GP de España, programado el 12 de mayo, y al que el célebre escocés nunca llegó.