En 1997, Cuauhtémoc Cárdenas ganó la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México enarbolando la bandera Una Ciudad Para Todos.
Después de siete décadas de dominio de un so lo partido y su grupo político impuesto al país, la idea de un gobierno plural, democrático e incluyente fue tan atractiva que se impuso ampliamente en las elecciones.
Era una época en la que se anticipaban grandes transformaciones en el país. Esa victoria abrió muchas puertas, políticas y culturales: em- pezando por la alternancia, a nivel local y tres años después a nivel nacional.
Las elecciones cambiarían para siempre. La democracia y la pluralidad se impusieron como las nuevas narrativas indispensables para la convivencia social. Sin embargo, tanto en la Ciudad de México como en el gobierno federal las transformaciones del régimen político no avanzaron y se estancaron en sectarismo y demagogia.
En el 2000, el pluralismo en la Ciudad de México se transformó en un proyecto sólo para los pobres, mientras que a nivel nacional la alternancia se estancó al estar dirigido por “head-hunters” que no veían a un país, sino a una tecnocracia formal.
A pesar de ello, la alternancia hoy es una conquista, no una aspiración. Las elecciones confiables son una realidad, no una meta por conquistar. Los ciudadanos son quienes cuentan los votos en las casillas, no funcio- narios nombrados por el gobierno. Hoy, la sed de cambio es igual que aquellos tiempos, aunque los contex - tos nacional y local han cambiado notablemente.
Las exigencias de cambio giran alrededor de la necesidad de consolidar instituciones democráti - cas sólidas, no personalidades fuertes, para combatir eficazmente la corrupción y la inseguridad, y para consolidar un régimen de libertades y pleno ejercicio de derechos políticos, sociales y humanos.
El respeto a la legalidad, sin interpretaciones sesgadas de gobernantes. El respeto y tolerancia a las diferencias es algo que hoy se exige como una nueva cultura política. Hoy lo revolucionario es la tolerancia y la inclusión. Todo lo que atenta contra ello es regresión, negando el progreso.
Lo revolucionario es construir, no destruir. Quienes hoy proponen regresar a tiempos pasados, tanto en lo político (a un régimen político basado en un solo hombre o un partido único) como en lo económico (modelos estatistas o neoliberales de los ochentas), condenan al país al atraso, estancamiento y una situación de permanente conflicto interno.
Para avanzar como país y como ciudad capital, debemos afianzar gobiernos que no se finquen en un espíritu vengativo, sino en valores que ofrezcan a todos las opciones y alternativas de una democracia institucional.
El diálogo surgido de diferentes puntos de vista es el valor supremo de la tolerancia y la convivencia progresista. Este espíritu se focaliza hoy en el Frente conformado por tres partidos (PRD, PAN y MC) de distinto origen ideológico, pero unidos en una convicción democrática común.
En contraste, la intolerancia, el sectarismo y el mesianismo bus- can imponer sus ideas a la totalidad social. El mesianismo inevitablemente contiene el germen de un modelo político autoritario que va contra todo lo que puede, o debe, representar una sociedad democrática e incluyente.
En estos tiempos de mucho gobierno y poco Estado, es difícil distinguir las rutas útiles de las falsas que la sociedad debe seguir. La idea de mucho gobierno postula que hay mucha política que no encuentra empatía en la sociedad.
El hartazgo social con los partidos políticos y los políticos es consecuencia de ello. Las políticas emanadas de gobiernos y legislaturas se topan con el escepticismo de una sociedad entera que se encuentra, consuetudinariamente, con soeces contradicciones entre lo que la política anuncia y lo que hace.
Hace falta más Estado para cons - truir visiones del quehacer y rumbo de la sociedad por rutas que le otorguen visibilidad a proyectos de largo plazo, de horizontes que enaltezcan las tareas y actividades de la sociedad entera, dándole alternativas a los retos del narcotráfico, la violencia, la inacabable crisis de valores y falta de ética.
Más Estado significa construir un proyecto de Nación de largo plazo. Hacer política, grilla dirían algunos, empequeñece la visión de cómo construir una idea de Nación incluyente y fortalecida por la acción diaria de sus ciudadanos.
El reto máximo gira alrededor de la necesidad de construir, entre todos, un horizonte histórico que reúne las cualidades de una sociedad moderna, abierta, plural, diversa y tolerante y que ofrece un mapa de ruta para alcanzar ese país añorado.
El futuro de la nación se definirá por la conjunción del espíritu de cambio que motiva a gran parte del país con la inclusión de la diversidad mexicana en el seno de esa ruta.
Cambio e inclusión son los conceptos que reúnen lo mejor de la aspiración del pueblo de México. Un cambio para todos debe marcar la ruta aspiracional de nuestra sociedad futura.
Martes 21 de Enero de 2025