Es evidente que uno de los retos más importantes que tenemos como país, junto con el combate a la corrupción, es el tema de la inseguridad.
Continuamente nos enteramos de atrocidades perpetradas por el crimen organizado, de conocidos que han caído en las garras de la delincuencia o del impacto económico que estos actos tienen sobre las comunidades.
Viendo hacia adelante, los mexicanos tenemos una enorme responsabilidad sobre cómo debemos enfrentar este desafío de una vez por todas. Si vemos las cosas con responsabilidad, una cosa resulta elemental: la respuesta está en el fortalecimiento del Estado, no en la negociación de la ley.
Actores pertenecientes al gobierno, la sociedad civil y organismos internacionales han debatido, bajo diferentes perspectivas, sobre estrategias emprendidas y estadísticas generadas.
Se ha enfatizado la necesidad de atender las causas de la problemática, de avanzar en materia de tecnología e inteligencia y de coordinar de mejor manera los esfuerzos realizados por parte de los tres niveles de gobierno.
Fundamentalmente, más allá de la viabilidad y alcance de las diversas alternativas, la discusión ha sido nutrida desde la pluralidad. Sin embargo, entre la diversidad debemos entender que, como nación, estamos comprometidos a hacer del Estado de Derecho el único camino para crecer y superar nuestros obstáculos.
Mucho hemos recorrido en la creación de instituciones y la promulgación de leyes como para pensar que, ante la adversidad, podamos anularlas o ignorarlas; ante lo que está pasando, la unión de voluntades para cerrar filas y enfrentar a la delincuencia debe ser más grande que nunca.
En concreto, la seguridad pública no puede estar sujeta a negociación. Sobre los delincuentes debe caer todo el peso de la ley, porque ese es el camino que da certeza y que un país democrático como México debe garantizar.
Sin duda, podemos sentarnos y discutir qué podemos cambiar, cómo podemos usar mejor nuestras herramientas y qué debemos depurar. Pero al final del día, toda transformación debe centrarse en incrementar la eficacia del actuar del Estado, no en desvanecer su presencia. Estamos en un momento definitorio.
La coyuntura exige tomar rumbos que tengan como base la certeza, y por eso, resulta imprescindible fortalecer el Estado de Derecho desde cada ámbito. Particularmente, contra la inseguridad, el respeto a la ley no está a discusión.
Sería irresponsable pensar en otra cosa, tomando en cuenta a las víctimas y sus familiares, pero también porque México ha decidido ser una nación de instituciones. Así de sencillo.