Crónica de una protesta arreglada

En memoria de Arlet Montejo

  Cuando le pregunté si se había sentido humillado bajó la cabeza. Se puso muy serio. “Tuve miedo, mucho miedo”, respondió con voz baja. Luego contó cómo fue estar durante horas parado en plena avenida Reforma, más tarde cerca de Bellas Artes. En la manos, un cartel ofensivo con la foto del hombre por quien votará en julio. La imagen en las pancartas era una fotografía de Andrés Manuel López Obrador, seguida de mensajes ofensivos. Quienes sostenían las pancartas eran empleados del sector salud de Ciudad de México que esperan recibir de sus líderes sindicales un contrato fijo, con prestaciones. “Muchos de nosotros queremos a Andrés Manuel, fue horrible estar allí con esos carteles, la gente nos gritaba, quería aventar los carros a las mujeres”. El hombre habla mirando de reojo sobre su hombro, en medio de un parque. Lo consuela el ruido de una podadora de césped a sus espaldas, la compañía de otros colegas. No quiere que nos veamos en ningún sitio cercano a sus rumbos, no quiere que hablemos por teléfono, no quiere que nadie sepa que nos está contando. Relata cómo les llegaron los mensajes para ir a la protesta el domingo, cómo no sabían de qué se trataba. En resumen: varios empleados del sector salud en Ciudad de México nos contaron para una historia de Univision Investiga cómo habían sido forzados a ir a protestar contra López Obrador antes del debate presidencial. Pero esta es la punta del iceberg, el porqué accedieron a hacer algo que dicen que no querían. Debajo del iceberg está la precariedad laboral. En la Ciudad de México, tres de los sindicatos fuertes están compuestos en su mayoría por voluntarios. El de la basura, integrado por chicos que solo consiguen un ingreso diario vendiendo los materiales reciclables que recolectan entre los desechos de las casas y los negocios. El de los bomberos, que deben esperar a que sus líderes les otorguen plazas y los ubiquen, a cambio de favores. El de los médicos y empleados de salud, que deben inyectar con las jeringas que les llegan, aunque no sean de los tamaños adecuados; pedir a los pacientes que lleven sus propios medicamentos y operar en quirófanos con material incompleto para no retrasar más las cirugías. ¿Por qué necesita propina el chico de la basura, por qué necesita un regalito el médico de guardia, por qué los bomberos firman en grupo para que su líder sea candidato independiente? Debajo del iceberg de estas protestas arregladas está un gobierno ha sabido desde hace mucho: la mayoría de sus servicios públicos los trabajan personas que no tienen antigüedad, prestaciones, contratos ni seguro. La próxima vez que gritemos “acarreados” a quienes vemos en las calles, preguntémonos: ¿qué hay detrás de la pancarta?