El gobierno americano es antiinmigrante hasta el punto de haber retirado la frase “somos una nación de inmigrantes” de la misión de la agencia encargada del tema. Gran parte de este sentimiento tiene que ver con el etnonacionalismo que lo motiva. Es decir, para el gobierno federal estadounidense, sólo los “blancos” son aceptables para ser verdaderos americanos.
Es por eso que el presidente recientemente se lamentó que no hubiera más noruegos entre los que llegan a su país (en vez de morenos de cualquier “país de mierda”, como él calificó a Haití).
México está siendo reclutado para detener la “contaminación” de nuestro país vecino de indígenas, mestizos, negros, y demás, provenientes de América Central.
Esto genera dos problemas para el gobierno de Enrique Peña Nieto. El primero es cultural: los mexicanos creemos que la gente debe tener la libertad de vivir en el país que quiera y no tenemos muchas ganas de perseguir a los migrantes en nuestro territorio.
El segundo es logístico: la administración actual nunca generó la voluntad política para gobernar el país. Por lo mismo, no tiene la capacidad de controlar el flujo de transmigrantes, aún si existiera la voluntad de hacerlo.
Cabe señalar que la migración de mexicanos a Estados Unidos a finales del siglo XX y principios del siglo XXI fue el movimiento de más humanos en menos tiempo de la historia.
Hoy, hay 37 millones de mexicanos y mexicoamericanos en Estados Unidos, que son el 11 por ciento de la población total. Poco menos de 80 por ciento son o ciudadanos estadounidenses o inmigrantes documentados.
Sin embargo, desde hace ya casi un lustro, el número de mexicanos y mexicoamericanos en Estados Unidos se estabilizó, y hoy más o menos el mismo número de mexicanos regresa a México que el que va hacia allá.
Los etnonacionalistas saben que la “mexicanización” de Estados Unidos es un hecho consumado gracias al número creciente de nacimientos en territorio americano.
Saben que todavía no tienen la capacidad de cambiar su constitución, que otorga la nacionalidad por jus solis (por nacimiento dentro del territorio), no jus sanguinis (por sangre). Por lo mismo, su batalla se está enfocando en evitar la llegada de más inmigrantes no blancos, principalmente de América Central. Y, para eso, necesita la cooperación de México. Por eso las amenazas al TLCAN.
México ya de por sí deporta más centroamericanos que Estados Unidos. Pero entre nuestros dos países siempre había un reconocimiento tácito que era irreal esperar que pudiéramos detenerlos a todos. Para eso, tendríamos que tener una capacidad de despliegue territorial que simplemente no existe (de tenerlo, habríamos solucionado el espeluznante problema de inseguridad).
Ahora, el presidente americano nos hace esta demanda de manera abierta y con chantaje.
No vaya a ser que acabemos construyendo un muro en nuestra frontera sur para evitar la consolidación de un muro físico y comercial en nuestra frontera norte.
*Presidente de la Fundación Imagen de México, y conductor de ADN40 News