Tras exhibirse los cinco candidatos en el debate de este domingo, cada uno con su estrategia, queda ya claro que la disputa por la Presidencia de México es sólo entre Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya, una cruenta confrontación en la que gravitan los grupos de poder y el presidente Enrique Peña Nieto.
Más que las preferencias electorales, en las que López Obrador tiene una ventaja consolidada pese a su anodino desempeño ante sus contendientes, lo que el ya anecdótico debate modificará son las definiciones de los grupos de poder, en particular el económico.
Antes del debate se sabía de presiones de grupos empresariales para que José Antonio Meade, quien no cuajó como candidato competitivo del PRI, deje el camino libre a Anaya para frenar a López Obrador. Ahora eso se intensificará ante la lógica de que, en la dispersión del voto, gana el de Morena.
Las presiones no son sólo a Meade, que logró fichar en vísperas del debate a quienes ya eran sus aliados -el gobernador perredista Silvano Aureoles y el senador experredista Armando Ríos Piter-, sino a Peña Nieto, jefe real del PRI.
Las presiones obedecen a la preocupación del sector privado por López Obrador, pero también son parte del trabajo que Anaya y su equipo han hecho con los ricos para que ellos, a su vez, persuadan al gobierno de que sólo él, no Meade, es el que puede ganar.
En el equipo de Anaya se ufanan de que los empresarios ya están con él, quien además los ha cortejado, pese a que algunos lo ven demasiado joven y falto de palabra. Las presiones a Peña, anticipan en el entorno del panista, se intensificarán para materializar un pacto.
La disyuntiva para Peña es compleja: Movilizar voto a favor de Anaya para que no gane López Obrador, sabiendo que el panista no cumple su palabra, o a favor de López Obrador, que ofrece una “amnistía anticipada”. O de lo perdido lo que aparezca, con Meade y toda la maquinaria.
El problema es que el PRI está a la baja no sólo en la elección presidencial, con un voto duro de 17%, sino en todos los estados de la República, que son clave para tener presencia en el Congreso.
Hoy, salvo Colima, el PRI está en tercer y segundo lugar en las elecciones de senador en todos los estados. Y en las nueve de gobernador, sólo en Yucatán tiene posibilidades reales de triunfo.
Según una revisión de las más recientes encuestas estatales de la empresa regiomontana Massive Caller, que en las del 2016 fue precisa en las elecciones de gobernador, Morena y sus aliados del PT y PES está en primer lugar en 23 estados, incluidos el Estado de México, la entraña de Peña, Hidalgo, cuyo candidato a senador es Miguel Angel Osorio Chong, así como los que gobierna y de gran densidad de votantes como Puebla, Veracruz, Jalisco, Chiapas y Oaxaca.
La alianza PAN-PRD-MC va en primer lugar en siete estados en la elección de senador y en Jalisco encabeza el independiente Pedro Kumamoto. Colima es el único estado priista para este cargo.
Faltan dos meses para la elección, pero el PRI ya no está en la jugada en la Presidencia de la República ni en los estados…