Meade ganó... pero

¡No se hagan bolas! Quien ganó en el primer debate presidencial fue José Antonio Meade, al que Andrés Manuel López Obrador le regaló los tres departamentos que tiene inscritos en el Registro Público de la Propiedad, según el candidato del PRI. Hablando en serio, resulta ocioso buscar un ganador; que si Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade, Margarita Zavala y Jaime Rodríguez, porque todos se enfrascaron en agrias discusiones, recriminaciones, calificativos; “se sacaron sus trapitos”, se insultaron… pero nadie presentó soluciones reales para combatir la inseguridad, la corrupción, la pobreza y la desigualdad (que fueron los temas del debate). Promesas, propuestas, chascarrillos, ocurrencias, como eso de “cortarle las manos al que robe”, “que si Andrés Manuel se hubiera desmayado en lugar de volver en Sí volvería en NO”, que provocaron la hilaridad del respetable. Lo que sí vieron los espectadores fue a una Margarita Zavala debilucha, ignorada en varias ocasiones por sus contrincantes. Necia en defender lo indefendible: A Felipe Calderón, su esposo, cuya administración será recordada como el sexenio de los 100 mil muertos, o más; por su fracaso en el combate a la pobreza y por   fomentar la corrupción. ¡Qué pasó muchachos, si estábamos chupando muy a gusto!  Dicen que exclamó Felipe. Mi marido hizo todo lo que podía hacer con los instrumentos que tenía, respondió la señora Zavala.  Vieron también a un “Bronco” cínico, sinvergüenza, que no debió estar en la boleta por las marrullerías que cometió en la recolección de firmas de apoyo. Observó el público a un Ricardo Anaya bien preparado queriendo repetir la “revolcada” que le puso a Manlio Fabio Beltrones, en el post debate después del resultado de las elecciones del 2016,  sin conseguirlo porque se enfrentó a un Andrés Manuel López Obrador que siguió la estrategia del “ni los veo ni los oigo”. A quien sí puso contra las cuerdas Anaya fue a José Antonio Meade, al dejarle como tarea la 7 de 7, pero en los casos más sonados de la corrupción en este sexenio. Como aquél boxeador al que están vapuleando, Meade se dedicó a tirar algunos golpes insistiendo en sus acusaciones de que Anaya es un “lavador de dinero”, y que éste con el cinismo que le caracteriza logró eludir. A un José Antonio Meade que demostró que lo suyo, lo suyo, no es la política, y mucho menos los debates. No enseñó su repertorio de golpes; insistió en los clásicos manotazos contra Anaya y López Obrador con los temas de corrupción, que no hicieron mella en sus rivales. Bueno, hasta Margarita le soltó unos buenos derechazos. Y finalmente observamos a un López Obrador a quién todo se le resbalaba; que aprovechó las cifras pavorosas de muertos que ha dejado la “guerra” contra la delincuencia organizada y desorganizada en el sexenio de Felipe Calderón y la estrategia fallida de la actual administración contra ese flagelo, para poner a Meade y a Anaya contra las cuerdas. Nada pues que haya convencido, conmovido, impactado a quienes están pensando en acudir a las urnas el próximo 1 de julio, aunque los analistas bisoños afirman que, si hubo cosas muy interesantes, novedosas que podrían influir en el ánimo de la gente. ¡Ah, chingá! Exclaman los perplejos.