Héctor Serrano Azamar: Crónica de un debate anunciado

El primer debate entre los candidatos a la Presidencia resultó en la crónica de lo que ya se esperaba. Los guiones repetidos una y otra vez, aun antes de iniciadas las cam- pañas, fueron la constante. La exposición mediática de los candidatos deja muy poco margen a la imaginación y a la improvisación. Es de todos conocido, lo que piensa cada uno de ellos, sus histo- rias, sus logros y sus pecados. El debate político tiene como finalidad el intercambio de ideas y de posturas. Cuando participas como candidato, estás obligado a formular propuestas con el objetivo de ganar la simpatía del electorado, se supone que la persona con las mejores propuestas puede ser considerada ganadora. Pero no siempre es así. José Antonio Meade demos- tró un sólido manejo teórico de los temas nacionales, habló de las finanzas y de la economía con gran soltura, si por conocimientos de la administración pública federal fuera, sin duda podría haber ganado el debate. Es un hombre formado en el terreno administrativo, lo conoce bien. Pero al oír hablar a Meade, nadie puede olvidar al PRI, partido en el gobierno con niveles bajos de aceptación, el candidato cargará esa losa durante toda la campaña y el debate no es la excepción. Margarita Zavala es una mujer inteligente, con una carrera política propia, construida en una profesión mayoritariamente dirigida por hombres, su llegada al primer debate, no estuvo exenta de dificultades; si por representar la lucha por la igualdad de muchas de las mujeres de este país fuera, ella podría haber ganado el debate. Pero aún no logra desprenderse del vínculo que la une con la administración de su marido, carga con sus aciertos, pero, más aún, con sus errores. El Bronco fue la sorpresa, sobre todo porque es el menos conocido. Un político de pasado priista, con personalidad perfectamente definida, es pícaro y frontal, atrevido y provocador, si por simpático y ocurrente fuera, él hubiese podido ganar el debate. Pero El Bronco llega tarde a esta contienda electoral; seguirá hasta el final siendo el menos conocido, sus resultados como gobernador de Nuevo León, al que llegó por la vía independiente, simplemente son normales. López Obrador y Ricardo Anaya son los ganadores del debate, pero por distintas razones. El primero lleva en campaña más de 18 años, conoce perfectamente el juego, es un hombre forjado en la adversidad que ha construido su éxito en el trabajo territorial por encima de lo mediático; para sus seguidores, que no son pocos, AMLO siempre gana. Anaya demostró ser el mejor debatiente, inteligente, intrépido y con ganas de triunfo, si no existiera la PGR, él sería el único ganador. Escribo esta columna el sábado por la noche, un día antes del deba- te, a no ser que algo extraordinario suceda, ésta es la crónica de un debate anunciado.