Los actuales roces entre Rusia y la alianza occidental, la competencia entre China y Estados Unidos, y las crecientes tensiones en el continente eurasiático hacen que algunos teman un retorno a la "Guerra Fría" del siglo pasado.
Pero la verdad, la enrevesada situación actual es más caótica y refleja el vacío que dejan, tanto la progresiva disminución del predominio económico y militar estadounidense y su aparente reatrincheramiento —más por cuestiones internas que por desafíos externos— como el surgimiento de otros, nuevos y viejos centros de poder regional.
Los cada vez más extendidos debates sobre gobiernos y sociedades, lo mismo en países desarrollados que en regiones en desarrollo como América Latina, son más producto de factores de descontento interno que de cuestiones ideológicas, no importa las justificaciones presuntamente ideológicas de gobiernos penosamente ineficientes o sus simpatizantes.
De hecho una nueva "Guerra Fría" está muy lejos. Ni Rusia es la Unión Soviética, con su formidable carga ideológica o su potencial militar, ni la Europa en la que mantienen sus preocupaciones geopolíticas es la misma. Estados Unidos y Asia han cambiado.
Los roces entre Rusia y Occidente se reflejan en la expulsión mutua de diplomáticos tras la denuncia británica del envenenamiento de un ex espía ruso y su hija en suelo inglés, en la secuela de quejas sobre intentos de intervención electoral mediante medios digitales. Pero Europa necesita del gas y las materias primas rusas, y los rusos del dinero europeo.
El entorno asiático de Rusia también ha cambiado, con una frontera asegurada por su aliada China que, sin embargo, tiene ambiciones propias como corresponde a una potencia creciente con intereses y preocupaciones presentes en Asia y más allá.
China tiene que preocuparse del avance del proyecto geopolítico significado por su nueva "ruta de la seda" y problemas locales, de su relación con Corea del Norte —afectada por la nueva potencialidad nuclear de Pyongyang—, su frontera con la India, o sus intentos de asegurar su control del llamado Mar de China frente a la oposición de otros países ribereños que de Corea del Sur a Japón y Vietnam o Filipinas han acudido a la alianza con EU.
China, sin embargo, es la mayor detentadora de bonos de la tesorería estadounidense (unos 3.1 millones de millones de dólares a principios de año) así que la interdependencia es real, en una especie de renacimiento de nueva tesis de MAD (destrucción mutua asegurada) pero económica en vez de nuclear.
EU por su parte, ha respondido tibiamente, pero respondido al fin y al cabo a las preocupaciones de sus aliados asiáticos y europeos. Encabezados por un gobierno disfuncional, que en su inicio habló al menos de marginarse de compromisos internacionales y en especial comerciales, tratan ahora de redefinir su papel en un mundo donde opusieron las reglas y del que no pueden alejarse sin sufrir consecuencias.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS