Este fin de semana arrancaron formalmente las campañas rumbo a la Presidencia de la República con una tendencia “muy clara” sobre la intención del voto en prácticamente todas las encuestas, como ocurrió en 2006 y 2012; sin embargo, en aquellas dos elecciones el resultado final estuvo muy lejos de lo que mostraron los ejercicios demoscópicos.
Hoy, todos los días, en pláticas de café, con amigos y familiares, todo mundo da por hecho que está elección la ganará “ya sabes quién”. Con sus matices, puntos más o puntos menos, Andrés Manuel sigue en el primer lugar de las preferencias, seguido por José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Margarita Zavala.
No obstante, la encuesta de El Heraldo de México nos deja ver que los indecisos se mantienen, y que entre quienes dicen haber ya definido su voto, un alto porcentaje admite que podría cambiar su sentido.
Ese es el dato más revelador del ejercicio realizado por Suasor Consultores, que dirige Juan Manuel Herrero. Ahí está la explicación de por qué en las últimas elecciones una cosa son las tendencias y otra el resultado final.
Herrero lo explica así: “es necesario entender que estas encuestas se realizan en momentos donde las preferencias de los votantes aún no acaban de definirse, ni siquiera si piensan o no ir a votar.”
En enero y febrero de 2006, Felipe Calderón no aparecía como primer lugar en la mayoría. Andrés Manuel se veía como el futuro ganador y Roberto Madrazo estaba empatado con Calderón.
La diferencia entre la intención de voto y el resultado fue de hasta 9% inferior para Calderón y, en sentido inverso, una sobre estimación de AMLO.
¿Las encuestas se equivocaron? No, esa era la foto a meses de la elección.
Para 2012 el fenómeno se repitió. Entre febrero y abril, la distancia entre Enrique Peña y AMLO era de hasta 20% y el resultado final fue de 6 %.
El problema es quererle dar un valor predictivo a las encuestas cuando la población está pensando en cómo resolver sus problemas cotidianos y, en muchos casos, ni siquiera saben la fecha de la elección.
Lo importante es esperar a que las campañas maduren y tengan un período para mostrarse.
También hay que esperar el resultado de los debates, ver qué papel jugarán los medios y, sobre todo, las redes sociales.
Hasta entonces estaremos en posibilidad de tener más clara idea de lo que resultará de las elecciones más competidas en la historia reciente de nuestro país.
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Y como dice el filósofo... Nomeacuerdo: “No hay elecciones seguras. Sólo elecciones distintas”.
POR ALFREDO GONZÁLEZ CASTRO