“El PRI y MORENA somos como hermanos separados al nacer”, me dijo con una sonrisa, pero nada en broma, alguien que ha estado en la cumbre del Partido Revolucionario Institucional y que conoce de sus dulzuras y sinsabores. Intentaba explicarme por qué Andrés Manuel López Obrador se mantiene fiel –me aseguraba– a los principios que todo México recuerda del gobierno Luis Echeverría. Ese ´esplendor´ priísta es el que formó políticamente a Andrés Manuel, me decía, y por eso todas sus propuestas de gobierno tienen ese tufo conservador; lo que AMLO propone es una restauración, no una modernización. Hasta aquí, lo que me argumentaba esa persona.
Restaurar implica, entre otras cosas, arreglar los desperfectos de una obra de arte. Volver las cosas a su lugar, a su origen, a su orden. Y, en ese sentido, la verdad es que el sistema de gobierno mexicano, sus medidas, y sus logros pobres, están muy lejos de ser una obra de arte. Pero hay un punto que entender en lo que parece ser el objetivo de quien hoy va primero en las encuestas. En efecto, México necesita una restauración de sus valores. La corrupción escandalosa, la indolencia, el folclor llevado a la caricatura que nos perjudica, la pobreza casi irreductible a causa, precisamente de las políticas públicas, son buena parte de lo que necesita ser replanteado. Quizá, un poco a eso se refería AMLO cuando habló de la “Constitución moral”, aunque el término no sea muy afortunado y bastante malinterpretado.
¿Qué pasará cuando con el avance de las campañas, las cifras de las preferencias de votos comiencen a polarizarse y sean dos los candidatos que se separen de manera contundente de los otros tres. ¿Hoy, con una diferencia de más o menos diez puntos entre el primero, el segundo y el tercero, podría leerse esa misma situación? No. No porque en estos 70 y tantos días que quedan hasta la elección, habrá definiciones como las que no hemos visto hasta ahora en este proceso electoral. ¿Será que el decantamiento de los seguidores de Ricardo Anaya –opuestos sanguíneamente a las ideas de AMLO se volcarán a mirar con mayor simpatía a José Antonio Meade? No es descabellado pensarlo, si tenemos en cuenta que la alianza PAN-PRD ha dejado desconcertado al sector más conservador del panismo. ¿Será que los que no acaben de creer que Meade es un candidato ciudadano y que podrá separarse de la marca PRI y todos sus negativos, mirarán con mayor simpatía a Anaya?¿Cuál de ellos dos será el que consiga pelear cara a cara con Andrés Manuel? Aunque todo eso es difícil de predecir, es cierto que podemos esperar una campaña en la que, más que nunca, la percepción del electorado acerca de los candidatos será infinitamente más potente que las propuestas de quienes aspiran a la presidencia. Se trata, pues, de un juego batante perverso. Así de sencillo.
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@gabrielbauducco